
Las peonías – Cultivo y cuidados – Peonies – Cultivation and care
El siguiente texto es un extracto del libro Las peonías – Cultivo y cuidados (ISBN: 9781646998869) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Snezana Gerbault , publicado por de Vecchi /DVE ediciones.
Introducción

Para muchos de nosotros, la belleza de esta flor no tiene igual. En China, la divina e imperial peonía es, desde hace milenios, la «reina de las flores». Herbáceas o arbustivas, estas plantas se encuentran entre las más bellas de nuestros jardines. Su floración es breve pero generosa, y sus imponentes flores suscitan admiración. Simples o dobles, sus corolas están compuestas de pétalos tiernos de los que a menudo emana un maravilloso perfume. Muestran una amplia gama de colores, desde el blanco inmaculado hasta los matices rosáceos o purpúreos.
Las peonías no crecen muy rápido, pero viven mucho tiempo y regresan siempre fieles a su cita en mayo. No es raro ver florecer una planta con más de medio siglo. Plinio la consideró como la más antigua de las flores cultivadas, pero mucho antes de que se hiciera célebre en tanto que especie ornamental, la peonía había sido una planta medicinal y tintórea muy reputada en la Antigüedad. El género Paeonia habría tomado su nombre de Peón, célebre médico de la antigua Grecia que cuidaba a los dioses del Olimpo. Según Homero, Peón habría utilizado la raíz de peonía para curar las heridas de Plutón cuando luchó contra el gran Hércules. El término Peone fue utilizado en el siglo XII, mientras que el de Pyone no se usó hasta el XIV, antes de convertirse en Paeonia, el nombre latino que se ha otorgado a la peonía.
En China, las peonías simbolizan el honor y la riqueza. En Occidente, en el lenguaje de las flores, ofrecer una peonía es una manera de desvelar la sinceridad, la incomodidad o incluso la timidez. Ya sea plantada formando macizos o aislada, e incluso cortada en un jarrón, la peonía nunca ha perdido su identidad. Es el elemento ineludible en los jardines zen y continúa dando un toque de exotismo a nuestros jardines occidentales.
Peonías herbáceas, peonías arbustivas

Sus inmensas y resplandecientes flores no pasan nunca desapercibidas. La peonía herbácea, Paeonia officinalis L. (Peoniáceas), es una de las primeras especies botánicas que fue cultivada, principalmente por sus cualidades medicinales. La mayor parte de peonías herbáceas provienen de Europa y de América del Norte, donde crecen espontáneamente en los márgenes de los bosques con vegetación baja y densa, entre 800 y 1.500 m de altitud, o incluso en lugares rocosos. Rústicas, soportan bien el calor, la sequedad, el frío y otras rigurosas condiciones climáticas.
La Paeonia lactiflora es otra peonía herbácea que crece espontáneamente en China, donde se la conoce desde el siglo VI. Ha dado origen a innumerables variedades cultivadas en la actualidad en Europa, denominadas también «híbridos de Lactiflora». El emperador de China ofreció una hermosa colección a la emperatriz Josefina, y de este modo la planta llegó a Francia durante el Primer Imperio. El horticultor Auguste Calot y algunos otros, como Victor Lemoine, obtuvieron numerosas variedades. Los americanos continuaron el trabajo de hibridación e incrementaron la colección.
La cuna de las numerosas especies leñosas salvajes que se han utilizado para la creación de las innumerables variedades que cultivamos actualmente se encuentra en China. Originarias del noroeste de China y del Himalaya, las peonías arbustivas o peonías arbóreas (Paeonia suffruticosa) fueron muy apreciadas por su belleza y virtudes medicinales desde el siglo VII a. de C. Efectivamente, los chinos valoraban las peonías, a las que consideraban flores nobles. Las especies leñosas crecen de forma espontánea a gran altitud, en las montañas chinas, cerca de los glaciares, debido a su gran resistencia a las heladas y a otras condiciones climáticas rigurosas. Las especies salvajes son de flores simples, pero las primeras variedades obtenidas por los cultivadores chinos poseían extraordinarias flores voluminosas de colores claros y luminosos.
Desde el siglo VIII d. de C. la peonía fue introducida y cultivada en Japón, donde suscitó las mismas pasiones. Sin embargo, los japoneses prefirieron las variedades de grandes flores simples o semidobles de colores suaves, más ligeras y vaporosas que las peonías chinas, que tienen un aspecto más compacto.
Un Poco De Historia

Durante la Edad Media, una época en la que se cultivaban sobre todo plantas «útiles», medicinales entre otras, las especies únicamente ornamentales no eran muy numerosas. Desde luego, la peonía estaba presente, como algunas otras especies, en los jardines monásticos o en otros lugares simbólicos, pero su uso principal era el medicinal. Se la denominó la «rosa de Notre-Dame», «rosa de Pentecostés», o incluso «flor de las convulsiones», un extraño nombre para una flor tan bella. Efectivamente, la peonía fue el gran remedio medieval para aliviar la epilepsia, y fue utilizada también contra la fiebre y la parálisis. Durante esta época la planta fue objeto de un verdadero culto, y su cosecha requería muchas precauciones. Este ritual abarcaba una semana entera, en periodo de luna llena, o mejor todavía durante el cuarto menguante: la recolección comenzaba siempre un lunes (día de la Luna), y terminaba el lunes siguiente. La leyenda dice que la peonía debe arrancarse durante el declive de la Luna, porque esto permite que sus propiedades desciendan a la raíz para «eliminar el mal». La peonía era una «planta de la Luna», y el herborista debía purificar su cuerpo durante tres días; los siguientes tres días debía saludar a la planta al amanecer con las siguientes palabras: «Buenos días santa Peonía, eres la reina de las plantas». Únicamente al séptimo día se procedía a su extracción (cf.: codex Madritensis, citado por Delatte). Al arrancar la peonía, el herborista debía proteger su mano con un guante o tejido. Finalmente, cuando la planta había sido extraída del suelo, se tenía que dejar en su sitio una ofrenda.
También se decía que la raíz no debía ser expuesta nunca al sol, porque la planta de la Luna no apreciaba la luz del día. El herborista que olvidase esta recomendación se arriesgaba a «perder la razón».
¿Deberíamos seguir todavía estos consejos? Quizá no.
Un largo viaje desde Asia hasta Europa: el nacimiento de los primeros híbridos

La primera monografía sobre la peonía, fechada a mediados del siglo XI, cita más de noventa variedades, y desde entonces su número no ha dejado de crecer. Los viajeros botánicos, médicos o jardineros y otros amantes de la naturaleza regresaron de sus expediciones con pies de peonía. Sin embargo, fue necesario esperar mucho tiempo para ver florecer una de estas especies en los jardines europeos. A finales del siglo XVIII, en 1789, la primera flor abrió sus pétalos en el jardín de Kew en Londres, bajo la atenta supervisión de Joseph Banks, administrador de los Royal Gardens. La Paeonia moutan papaveracea, en la actualidad P. suffruticosa, fue la primera especie botánica salvaje introducida en Inglaterra en 1802. Sin embargo, su cultivo comenzó a ampliarse gracias a Robert Fortune, que fue enviado a China por la Horticultural Society en 1834. Este entusiasta de la naturaleza recorrió el país y descubrió numerosos viveros donde se cultivaban peonías de grandes flores dobles y colorido extraordinario. Robert Fortune trajo de China una veintena de peonías arbustivas que sirvieron de base para la multiplicación y obtención de nuevas variedades, el origen de los híbridos de Suffruticosa. Más tarde aparecieron igualmente los híbridos de Lutea, de color amarillo. Otro envío importante llegó en la misma época de Japón, y Occidente se entusiasmó con estas recién llegadas; a lo largo del tiempo, estas especies botánicas han dado lugar a numerosas variedades. Fue así como se inició el cultivo de las peonías en Europa.
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