Cultura, espiritualismo y creencias

Curso de astrología china – Chinese astrology course

El siguiente texto es un extracto del libro Curso de astrología china  (ISBN: 9781639190652) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Laura Tuan, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.

Una Visión General De La Astrología China

Los emperadores y las estrellas: historia y teoría de un Zodiaco lunar

¿Astrología o astrologías? La complejidad del sistema chino

El fragmento de
los catorce
caracteres
representa uno de
los primeros
«boletines
astrológicos»
de la historia

Más que de «astrología china», se debería hablar de «astrologías chinas”, aunque de entrada esto pueda desorientar un poco. En efecto, excepto por algunas diferencias en cuanto al cálculo de las doce «casas», la astrología occidental codificada por Claudio Tolomeo en el siglo II d. de C. se presenta como un único corpus de reglas entre las que no resulta demasiado difícil manejarse, una vez se acepta la lógica de la astrología.

Sin embargo, esto no parece ser válido para las latitudes de Pekín, donde todavía hoy están en vigor por lo menos una decena de sistemas astrológicos diferentes y aparentemente contradictorios. Y si, como en los tiempos antiguos, alguno de ellos recurre a la observación real del cielo, que hoy en día ha quedado prácticamente sustituida por la consulta de las efemérides (tablas en las que aparecen las posiciones planetarias para cada día del año), la mayoría se ha alejado progresivamente del cielo entendido en sentido físico, para centrarse en el mucho más abstracto simbolismo del ciclo y del número. Naturalmente, no se trata de un capricho ni de una exigencia cultural.

En la época del Celeste Imperio, y no sólo en China, toda la nación estaba identificada con su soberano: si el emperador era feliz y gozaba de óptima salud, todo el pueblo se veía favorecido; ahora bien, si, por el contrario, le sucedía alguna desgracia, entonces amenazaban tiempos difíciles para toda la población. Por lo tanto, la astrología era una actividad rigurosamente de Estado y no debía salir de los muros del palacio imperial; hasta tal punto que se amenazaba con la pena capital a todo aquel que osase consultar las estrellas sin el consentimiento del emperador.

Pero como el deseo de saber lo que sucederá mañana y la necesidad de intervenir en la medida de lo posible en el curso del destino han acompañado desde siempre a los hombres de todas las culturas, también los tranquilos y reflexivos chinos se inventaron una vía alternativa: una astrología o, mejor dicho, varias astrologías, todas ellas bajo un mismo signo, el de funcionar según el ciclo y el número, sin consultar directamente las tablas planetarias.

Esto ha sido posible por el hecho de que todos los planetas recorren una órbita alrededor del Sol con ritmos regulares y, por lo tanto, emplean siempre, con algunas pequeñas variaciones de velocidad, el mismo número de años (o de días, en el caso de la Luna alrededor de la Tierra) en realizar un giro completo. Sustituyendo los movimientos planetarios reales por ciclos numéricos regulares que los reproducen de forma aproximada ha sido posible matar dos pájaros de un tiro nada de efemérides y, por lo tanto, ningún riesgo de ejecuciones y, además, un sistema de adivinación fácil, directamente accesible, en sus formas más simples, incluso para los campesinos, la mayoría de la población china.

Lo que ha llegado hasta Occidente dela astrología china de la mano de Buda, la serie de los doce animales en la que siempre se piensa, tiene muy poco que ver con la verdadera astrología, es decir, con aquella basada en la observación del cielo y en los movimientos de los astros. Al contrario, se trata de un sistema cíclico y, además, relativamente tardío, que llegó a China en los siglos IX y X d. de C., cuando la astrología había celebrado ya por lo menos tres mil años de vida, probablemente importado de Turquía—la similitud fonética que presenta constituye una prueba—, donde ya se practicaba un sistema de adivinación análogo desde mucho tiempo atrás.

Cuatro mil años de astrología

Página de un
almanaque chino

El sistema astrológico chino es muy antiguo, tiene entre cuatro mil y cuatro mil quinientos años. Los primeros vestigios en los que aparece una clara alusión a la predicción mediante los ciclos son los signos grabados en omoplatos de corderos, búfalos y cerdos que se remontan a la dinastía Shang Yin, con la que comienza, a finales del segundo milenio, el periodo histórico de la civilización china. Obviamente, se trata de textos más bien lacónicos y fragmentarios, como, por ejemplo, uno de catorce caracteres cuyo significado es, aproximadamente, el siguiente: «El séptimo día del mes, siendo un día número seis del ciclo sexagesimal, en la noche de transición al día número siete, apareció una gran estrella en las cercanías de la Estrella de Fuego(Antares)». El dato más interesante desde el punto de vista astrológico es la mención de los ciclos sexagesimales, es decir, la estructura de calendario típicamente china, basada en el cruce del número doce y del cinco, que permaneció en vigor hasta 1911.

Tampoco faltan entre los textos clásicos buena cantidad de referencias, empezando por el texto oracular delI Ching (1100 a. de C.), actualmente muy conocido en Occidente, junto con el Libro de los Ritos, que contiene un prototipo de los almanaques de entonces, y los Anales de la Primavera y el Otoño, un registro de los acontecimientos históricos de los siglos VIII a V a. de C. en el que aparecen comentarios de carácter astrológico, como las observaciones del cometa Halley. También el Shih Ching, el Libro de la Poesía, reviste cierta importancia desde el punto de vista de la observación del cielo porque en él aparecen catalogados los nombres de las estrellas y de las constelaciones, cosa que en Occidente se inició en época mucho más tardía. Entre las fuentes clásicas, cabe recordar el Registro Histórico y el Libro de los Príncipes de Huai Nan, escritos en el siglo II a. de C., pero inspirados en fuentes más antiguas. El Registro Histórico, obra del astrólogo Shu Ma Chien, contiene, junto a la crónica de las dinastías imperiales, algunos capítulos importantes sobre la adivinación, la astronomía y la formación del calendario.

En los siguientes siglos, aparecieron una buena cantidad de estudios sobre estos temas y, especialmente, sobre la escritura del horóscopo, definido en China como «cálculo del Hado». En Occidente estamos aprendiendo los primeros rudimentos de estos cálculos, basados en las ramas terrestres(los doce animales) y en los troncos celestes (los cinco elementos en su doble aspecto masculino, yang, y femenino, yin) relativos al año, al mes, al día y a la hora de nacimiento. Entre estos textos se pueden citar el I Shu Tiende Chang Kuo, de la dinastía Tang (sigloVIII d. de C.), y el tratado de astrología de Cheng el Sabio (1350 d. de C.).

De este modo, en la antigüedad, ycon el beneplácito imperial, estaban vigentes dos tipos de presagios: uno basado en los eventos extraordinarios, que se realizaba como en Occidente, mediante la observación directa del cielo y de todos sus fenómenos, la luminosidad de los planetas, los cometas, las novas y los eclipses, considerados siempre como admoniciones divinas; el otro, sintetizado en los ciclos regulares del Sol, de la Luna y de Júpiter, que marcan la sucesión ordenada dé los acontecimientos en la Tierra. Cuando todo en el cielo aparecía ordenado y armonioso significaba que también el régimen imperial estaba en sintonía con la voluntad superior. Pero si este orden bien regulado sufría una variación imprevista, era signo de que los hombres habían cometido un error que se podría haber pagado con cualquier tipo de desastre natural, guerras o pestes.

Volviendo a la observación astronómica, se puede afirmar con muchas posibilidades de acertar que Oriente y Occidente han recorrido caminos diferentes y no se han influenciado recíprocamente. Para comprobarlo basta con examinar los nombres de las constelaciones, que en Occidente recurren a menudo a la terminología marina, mientras que en China, aparte del Gran Carro, se reagrupan según esquemas y representaciones diversas. También las coordenadas de referencia son muy diferentes: la llamada Eclíptica en Occidente, es decir, el aparente recorrido del Sol alrededor de la Tierra, con una inclinación de 23º con respecto al eje, es denominada por los chinos Sendero Amarillo; el ecuador celeste es el Sendero Rojo de la tradición oriental. Se trata de dos modos diferentes de observación astronómica de los que surgen dos formas de interpretación astrológica distintas.

Representación
de los eclipses
de un antiguo
almanaque chino

Es el caso, por ejemplo, de la Osa Mayor, poco relevante para los astrólogos occidentales, pero fundamental en China, donde ha sido objeto de veneración, además de constituirla base de uno de los sistemas de predicción más difundidos, el de los Nueve Palacios. Ocurre lo mismo con las tres últimas estrellas de la Osa, conocida en China como Cazo o Chistera, las que señalaban con la dirección de sus aparentes rotaciones el avanzar de las estaciones y, algo mucho más significativo, alojaban a los tres seres divinos reguladores de los actos y del destino humano. Pero la diferencia más notable entre ambos sistemas astrológicos reside en el simbolismo de los cinco planetas (Wu pi, «los cinco caminantes») y en su influencia sobre la Tierra.

Pongamos el ejemplo de Venus, que, de astro femenino de la belleza y el amor en Occidente, se transforma en China en planeta masculino del Metal y delas armas, el Gran Blanco, asociado por analogía a las virtudes guerreras y viriles. Por su parte, Júpiter, entre nosotros benéfico rey de los dioses, promesa de autoridad y fortuna, adopta en China una fisonomía femenina al convertirse en la Estrella de los años, asociada al elemento Madera y, por tanto, a la primavera, al nacimiento y al crecimiento. Sin embargo, los significados simbólicos del resto de los planetas no va -rían: Marte, «Aquel que brilla inconstante», se relaciona con el elemento Fuego y con la acción; Saturno el Exorcista, planeta de la Tierra y de la estabilidad, y Mercurio, la Estrella del Ahora, que preside la comunicación, pero que, mientras que en Occidente está ligado al elemento Aire, en Chinase relaciona con el Agua.

Pero hay algo más: en Occidente, la importancia de la dirección de la que se proviene o hacia la que se va ha caído en el olvido desde la lejana época de la aruspicina etrusca y latina, que interpretaba como favorable o infausta la dirección de la que provenían los pájaros en vuelo (o los relámpagos, los truenos, etc.). En Oriente, el planteamiento acerca de la dirección es completamente diferente, ya que asume, desde los orígenes de la astrología, una función determinante y casi mágica. El Este es siempre favorable, ya que se trata de la dirección de la fecundidad y del crecimiento, del lugar desde donde sale el Sol, y lo mismo puede decirse del Sur, benéfico, aunque algo más tosco.

El Oeste cumple su promesa, pero con retraso; el Norte presagia siempre dificultades y, excepto en algunas ocasiones, es preferible evitarlo. Todo esto revela un carácter particular y operativo de la astrología oriental, que no se limita a predecir acontecimientos o tendencias, sino que, mucho más que la occidental, se articula en una larguísima serie de prohibiciones y consejos, facilitados a partir de la atenta observación de las estaciones, de las fases lunares, de los puntos cardinales, de los elementos cósmicos y de sus influencias sobre la salud y la alimentación.

Consejos acerca de cómo moverse, hacia dónde dirigirse, qué comer, qué órganos estimular, qué hacer o qué no hacer, cuándo actuar o cuándo, por el contrario, esperar, según las fases alternantes, lo masculino y lo femenino, el yin y el yang del universo, que hacen que al día siempre le siga la noche, al mal, el bien, a la inactividad, la acción, y al revés. Tampoco están ausentes las fórmulas mágicas especialmente pronunciadas para aplacar o hacer que nos sean propicios los espíritus que habitan las estrellas, especialmente los tres que residen en la Osa y que regulan los actos humanos.

Si la vía occidental, que se identifica con la fuerza y el calor del Sol, es de hecho una vía racional y activa, que tiende a la lucha para conseguir el libre albedrío y al desafío del destino, el camino oriental, más suave y lunar, sigue la indicación taoísta del «doblarse como hace una caña contra el viento», en una búsqueda continua de la armonía con uno mismo y con el entorno, a la que no son ajenas ni la magia ni los rituales.

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