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El libro de las adivinanzas – The book of riddles

El siguiente texto es un extracto del libro El libro de las adivinanzas (ISBN: 9781683253334) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Equipo de expertos 2100 , publicado por de Vecchi /DVE ediciones.

Introducción

La adivinanza es junto a los refranes y los proverbios una exquisita muestra de la sabiduría popular de antiquísimo origen, que además fue cultivada como género menor por grandes autores de la literatura universal. Al definir lo que es una adivinanza existe una generalizada confusión con un término semánticamente muy próximo, el acertijo.

El Diccionario ideológico de Julio Casares considera los dos términos como sinónimos e igual ocurre con el Diccionario del uso del español de María Moliner, en la Gran enciclopedia Larousse y en el Diccionario de la Lengua española de la Real Academia de la Lengua.

Sin embargo, los profesores, José Luis Gárfer y Concha Fernández en un excelente estudio sobre el adivinancero, proponen la distinción de composición en prosa para el término «acertijo» y composición en verso para el de la «adivinanza» que definen así: «Ingeniosa descripción en verso, de un mensaje que el receptor debe describir».  

Origen de las adivinanzas

Prácticamente desde que el hombre fue capaz de formalizar sus pensamientos a través del lenguaje se puede decir que existió ese elegante reto a la imaginación que es la adivinanza. El hombre primitivo contemplaba las formas y los fenómenos de la naturaleza como seres animados, de suerte que la tormenta le aparecía como un gigante rugidor (el trueno) como un brazo de fuego (el rayo) o las montañas como siniestras bestias al acecho.

Este nivel primordial de conciencia fue estudiado por el psicoanálisis y muy concretamente por Carl Jung que le dio el nombre de «arquetipo». Del arquetipo al mito no hay más que un paso. El hombre primitivo empezó a explicarse los fenómenos naturales como obra de seres sobrenaturales, lo que dio lugar a la creación de los dioses mitos y a un intento de controlar o protegerse de sus iras, la magia. Posteriormente los mitos dieron paso al nacimiento de las religiones y la ciencia sustituyó a la magia.

Las primeras adivinanzas, cargadas de elementos antropomórficos, derivan de esa peculiar manera prehistórica de ver el mundo que es el arquetipo. Tanto en el folklore europeo como asiático existen antiquísimas muestras de adivinanzas y, por supuesto, y más concretamente, en nuestra península.

Transmitidas oralmente conocemos la tradición gallega de la danza del abellón (abejorro), ejecutada en los velatorios como prólogo a una ronda de adiviñanzas (adivinanzas) para distraer a los asistentes; las endevinalles características de Cataluña y el País Valenciano, y las cosadielles asturianas en bable. Posteriormente, a partir del siglo XVI, las adivinanzas empezaron a formar parte de los pliegos de cordel, cuadernitos de cuatro a ocho folios que se vendían por la calle o eran expuestos en cuerdas, y que fueron los precursores de los actuales libros de contenido popular.

Características de las adivinanzas

Ya hemos dicho que la adivinanza es un género que, al igual que el chiste, se transmite oralmente y va dirigido siempre a un amplísimo sector de público. A su rápida y fácil memorización contribuyen dos elementos fundamentalmente: su composición en forma de verso y su localización en ambientes bien conocidos por el receptor (familia, escuela, naturaleza, etc.).

En consecuencia, la adivinanza provoca una curva máxima de atención, al tiempo que reclama una gran imaginación y destreza lógica para poder recomponer sus pequeños rompecabezas. No es de extrañar que grandes autores literarios se hayan dejado seducir a lo largo de los años por la adivinanza popular y la hayan practicado, hasta el punto de que en la actualidad poseemos un amplísimo repertorio de lo que podríamos llamar el «adivinancero culto».

En la literatura en lengua castellana aparecen buenos ejemplos de adivinanzas en obras de autores tan ilustres como Gonzalo de Berceo, el Arcipreste de Hita, Cervantes, Góngora o Lope de Vega. Técnicamente, las adivinanzas se caracterizan por su particular métrica y estructura. La versificación silábica predomina en las adivinanzas de nuestra área lingüística, donde el número de sílabas oscila entre las cuatro o cinco.

El tipo de verso más utilizado suele ser el pareado, si bien pueden aparecer estrofas de tres, cuatro, cinco o seis versos. Respecto a la estructura, cuatro son los elementos que suelen aparecer en la adivinanza: introducción, desorientación, orientación y conclusión. La introducción puede utilizar fórmulas tales como «qué cosa es», «adivina, adivinanza», etc.

El centro de la adivinanza lo constituye el juego mental de la orientación y desorientación mezclada. Unos ejemplos típicos de esta dualidad serían las conocidas adivinanzas infantiles: «oro no es, plata no es» que da la pista de un fruto o «el enamorado, etc.» que da la pista de un color. Finalmente, la conclusión puede adoptar forma de reto, ánimo, burla o recompensa para el sufrido adivinador.

Ejemplos de estos tipos de conclusiones podrían ser: «adivina, caballero», «¿sabrás decirme su nombre?», «aquel que esto no acertase, es un borriquito en pie», etc. Son muchos los autores que han intentado, con mayor o menor fortuna clasificar las adivinanzas atendiendo a diversos criterios, sin haber llegado todavía a una clasificación definitiva y convincente.

Básicamente tres podrían ser los criterios generales para clasificarlas: elementos que intervienen, construcción lingüística e intencionalidad. En cuanto al primer criterio, la solución de una adivinanza puede encontrarse en una persona, un animal, una planta, un objeto o una cualidad abstracta. Según su construcción lingüística las adivinanzas pueden ser: narrativas, descriptivas, matemáticas o juegos de palabras. Y, por último, en lo referente a su intencionalidad, las adivinanzas pueden ser burlescas, cómicas o artificiales, es decir, las creadas por especialistas.

Esta edición

Hemos reunido en esta obra un ramillete de adivinanzas extraídas de las más diversas fuentes y las hemos agrupado en dos grandes bloques, previamente numeradas, las tradicionales y las de origen literario, creando así dos niveles para el lector. En primer lugar, las más fáciles de adivinar y después, las que exigen un mayor esfuerzo de concentración e imaginación. Al final de la obra hemos situado un apartado con las soluciones a estos divertidos pasatiempos.

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