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El arte de la siembra del huerto y del jardín – The art of planting the orchard and garden

El siguiente texto es un extracto del libro El arte de la siembra del huerto y del jardín (ISBN: 9781646999293) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Aldo Colombo, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.

Principios de la multiplicación por semillas

Reproducción sexual

La base de la reproducción sexual (gámica) de las plantas es la meiosis celular, que es el estadio esencial de la formación de las células reproductoras. En el curso de la meiosis, el patrimonio genético de los padres queda reducido a la mitad por la separación de los genes homólogos de cada una de las parejas de cromosomas; así, una célula de polen (masculina) o un oocito (femenina) contienen sólo la mitad del patrimonio genético de su progenitor.

Al término de este proceso se forma un huevo maduro, que podrá ser fecundado y dar una semilla. La fe cundación se produce gracias a la polinización, por obra del viento, de los animales (insectos, pájaros…) o del hombre. Esta se realiza casi siempre entre plantas de la misma especie, más raramente entre plantas del mismo género y casi nunca entre plantas de géneros diferentes.

Mediante la fecundación, los genes de las plantas, contenidos en los gametos, forman una nueva combinación. Un carácter únicamente se encontrará con toda seguridad en los descendientes si los padres son homocigóticos en un carácter determinado; si no es así, que es lo que pasa la mayor parte de las veces, es decir, si los padres son heterocigóticos o genéticamente diferentes en un carácter determinado, su descendencia podrá manifestar este carácter de forma distinta según la manera en que se hayan combinado los genes y según sea el carácter: dominante o recesivo.

Los individuos provenientes de la unión de plantas de la misma especie pero que tienen caracteres diferentes, y los que proceden de especies distintas del mismo género se denominan híbridos.

Los híbridos con padres de la misma especie (híbridos interespecíficos) generalmente son fértiles, mientras que los de especies diferentes del mismo género (híbridos intergenéricos) suelen ser estériles. Por consiguiente, la reproducción por semillas, que constituye la reproducción sexual por ex celencia, permite que los padres puedan transmitir a su descendencia infinitas variables del genotipo y fomenta así la diversidad.

En el plano estético, las plantas hijas pueden parecerse de una manera más o menos aproximada a uno u otro progenitor.

Cuando, gracias a esta variabilidad, las plantas nuevas presentan unas características totalmente diferentes de los padres, se obtiene una nueva variedad. Las variedades nuevas pueden aparecer en la naturaleza o puede ser creadas por el ser humano por hibridación, en cuyo caso reciben la denominación de cultivar (del inglés cultivated variety).

Pero si quisiera diseminarse esta nueva variedad (este cultivar), no podría recurrirse a la reproducción sexual y utilizar las semillas (a excepción de los híbridos de primera generación provenientes de líneas puras: véase «Creación de nuevos cultivar, pág. 35), sino que debería emplearse en este caso la multiplicación vegetativa (esquejes, injertos, acodos, amugrona miento, etc.).

El origen de este proceso no es la meiosis, sino que se trata de la mitosis.

La mitosis es el modelo usual de división de célula viva que asegura el mantenimiento del mismo número de cromosomas.

En la mitosis, los cromosomas se reproducen dividiéndose longitudinalmente, pero no se combinan entre sí par producir algo nuevo. Por lo tanto, el patrimonio genético de la planta progenitora, con todas sus características estéticas y morfológicas, se transmite en su totalidad a las células hijas sin que haya modificaciones en la descendencia.

Del fruto a la semilla

En las angiospermas (plantas que tienen un ovario floral), cuando la flor ha sido fecundada, el óvulo se modifica, aumenta de tamaño y da la semilla. A partir de ese momento, el ovario que la contiene se comienza a transformar, de modo diferente según las especies, en fruto.

El conjunto de la semilla y la evolución del ovario recibe el nombre de fruto verdadero; por ejemplo, la cereza es un fruto verdadero. Pero en ciertos casos los tejidos del receptáculo también se transforman, se hacen carnosos y dan lugar a un falso fruto; la manzana es un ejemplo de ello. A veces, lo que se presenta como un fruto en realidad es una infrutescencia, formada por varios frutos agrupados; es el caso de la frambuesa.

En las gimnospermas (plantas cuya flor no posee ovario), la situación es totalmente diferente: los «frutos» de las coníferas (las bayas, las piñas o, para emplear el término exacto, los conos, etc.) están hechos de escamas, que se han desarrollado y lignificado después de que las flores hayan sido fecundadas con la función de proteger los óvulos.

En las angiospermas se distinguen, por un lado, los frutos carnosos y, por otro, los frutos secos.

Frutos Carnosos

En los frutos carnosos se diferencian tres partes: el epicarpio, es decir, la parte externa (la piel); el mesocarpio, que es la zona intermedia, carnosa y jugosa, y el endocarpio, en el interior, que contiene la semilla.

Los frutos carnosos propiamente dichos son las drupas, como las cerezas o los melocotones (que tienen una sola semilla), y las bayas, como la uva (con varias semillas).

Los falsos frutos son los piridiones (manzanas y peras), las hespérides (cítricos) y los compuestos (moras y frambuesas).

Frutos Secos

Los frutos secos se dividen, por un lado en frutos monocárpicos, los cuales contienen una sola semilla, y, por tro, frutos policárpicos, con varias semillas.

A su vez, estos dos tipos pueden subdividirse en frutos indehiscentes (que son aquellos se mantienen cerrados) y frutos dehiscentes (que son los que se abren al madurar).

Entre los indehiscentes están los aquenios (de la familia Asteráceas, antes denominada Compuestas), las sámaras (olmos, arces y fresnos), las cario psis y las nueces (robles, nogales y castaños).

Los frutos dehiscentes son:

— las legumbres (Leguminosas);

— las cápsulas (amapolas, Impatiens);

— los folículos (eléboros, ranúnculos;

— las silicuas (de la familia Brasicáceas, antes llamada Crucíferas).

En las cápsulas, las semillas se liberan de varias maneras:

Impatiens, en este sentido, es muy característica debido a que proyecta sus granos a distancias considerables;

— en otras especies, como las amapolas, las semillas salen por unos orificios. Los folículos suelen contener una sola semilla, mientras que en el caso de las legumbres es habitual que cuenten con varias. Estos frutos pueden tener formas muy diferentes: rectas, en espiral, con una cavidad única o con secciones que separan las semillas.

Formas, Tamaños Y Colores De Las Semillas

Las semillas son de formas y tamaños muy variables. Hay semillas redondas, ovoides, oblongas, reniformes, en forma de disco, etc.

El tamaño de las semillas no siempre es directamente proporcional a las dimensiones de la planta que después originarán.

Por ejemplo, las semillas de una de las especies de árbol más grandes del mundo, Sequoia sempervirens, son pequeñas, estrechas y están en unas piñas (estróbilos) de apenas 2 cm de largo, formadas por 15 o 20 escamas, que contienen, cada una de ellas, de 3 a 7 óvulos. Un kilo de estas semillas equivale a unas 230 000 semillas; en cambio, un kilo de Pinuspinea contiene unas 1 250 semillas (piñones).

Algunas semillas tienen colores especialmente bonitos; por ejemplo, la semilla de color naranja vivo de Cycas revoluta, la semilla vellosa de tonalidad azul cielo de Ravenala madagascarensis o la semilla negra y brillante de Paeonia delavayi. Las vainas también pueden presentar una amplia gama de colores llamativos, como por ejemplo las bayas rojo vivo de Erythina crista galli.

Sustancias De Reserva

En la mayor parte de los casos, las semillas tienen una reserva de sustancias nutritivas que sirve para que el embrión se mantenga vivo durante la fase de germinación. Sin embargo, hay semillas que no poseen ninguna reserva: son de un tamaño muy pequeño, con un tegumento muy delicado, y se producen en grandes cantidades. Son ejemplos de este tipo las semillas de las orquídeas, de las bromeliáceas o del brezo.

En las dicotiledóneas, las sustancias de reserva se encuentran en las hojas del mismo nombre, que son las primeras que se desarrollan después de la germinación. Estas hojas son, por forma y tamaño, muy diferentes al resto. En las monocotiledóneas, el cotiledón tiene la función de absorber las sustancias nutritivas. El embrión de estas plantas es muy pequeño y hundido, y las sustancias nutritivas están en la semilla.

Estructura de la semilla

Las semillas de formas y tamaños diferentes tienen, sin embargo, en común que están divididas en tres partes distintas: embrión, endosperma y tejidos protectores.  

Embrión

Es la parte que dará lugar a una nueva planta. El embrión proviene de la fusión de los gametos masculinos y los gametos femeninos. Durante la formación de la semilla, el embrión crece hasta un cierto estadio, cuando alcanza la fase «durmiente».

En muchas especies, esta etapa puede prolongarse mucho tiempo: se ha descubierto que ciertas semillas estaban vivas incluso después de miles de años de haberse formado.

En un embrión resulta fácil apreciar las diferentes partes que originarán la nueva planta: la radícula, que generará todo el sistema radical; la plúmula, que formará el eje del tronco o del tallo, y las hojas primordiales, llamadas cotiledones. Las gimnospermas poseen un número muy variable de hojas cotiledóneas, mientras que las angiospermas sólo tienen una o dos.

Se dan las monocotiledóneas (las más extendidas son las de la familia Gramináceas, que son las hierbas que se encuentran comúnmente en los prados) y las dicotiledóneas (que forman la mayor parte de las latifolias).

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