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Lirios y azucenas – Cultivo y cuidados – Lilies and lilies – Cultivation and care

El siguiente texto es un extracto del libro Lirios y azucenas – Cultivo y cuidados (ISBN: 9781646998876) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Magali Martija-Ochoa, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.

Introducción

El lirio, también conocido con el nombre de azucena —que viene del término árabe as-susana, que significa «el lirio»— es la flor que reúne todas las paradojas, símbolo de la pureza y, a la vez, expresión floral de voluptuosidad, con un algo indefinible de majestuoso y carnal. Hay quien asocia la palabra lirio con la flor más conocida de todas: el lirio blanco tan embriagadoramente perfumado… Pero existe más de un centenar de especies botánicas de Lilium y miles de variedades. Actualmente el mercado ofrece numerosos híbridos de colores y perfumes sutiles, sin contar las especies botánicas que crecen con pocos cuidados.

Los lirios son flores que se olvidan demasiado a menudo en el jardín. Con frecuencia impresionan al jardinero aficionado erróneamente. Son fáciles de cultivar y nos procuran una pincelada de exotismo. Son originarios de China, Japón, Corea, India, Rusia, América o la cuenca mediterránea; grandes viajeros dispuestos a florecer en nuestros jardines, donde sus corolas hablan largo y tendido sobre la eterna magia de la naturaleza. Desde el blanco puro al rojo chillón, pasando por el color rosa crema moteado, realzado de estambres amarillo oro, el universo de los lirios se conjuga en una paleta de colores finos, matizados o resplandecientes. En el jardín, en la terraza o en el balcón, o incluso como planta de interior, en nuestro pequeño mundo veremos florecer un poco de poesía, mucha belleza y un suspiro de eternidad.

Un Poco De Historia

Espectaculares, majestuosas y perfumadas, las azucenas trasportan más de una historia en su vasto epígono, y sus perfumes llevan efluvios de eternidad. Son flores integradas en la tradición y las leyendas de los hombres desde la Antigüedad más remota, flores vivas en la memoria y el inconsciente colectivo.

El lirio es el rey y la rosa la reina…

Inscrito en el panteón de las flores celestes, como la rosa, la pasiflora o el loto, el lirio dirige la historia de los hombres y dioses con signos y encuentros, o intercede en ella con su perfume y poder de evocación de pureza y fe.

Su etimología es elocuente: los griegos lo llamaban lerion que significa «delicado y tierno»; el nombre latino lilium se ha mantenido para dar nombre al género. Según otra etimología, el término es de origen celta, en cuyo idioma li significaba «blanco y puro».

En las civilizaciones mesopotámicas fue objeto de culto, de ahí pasó al culto judeocristiano y se convirtió en el símbolo cristiano de la pureza. Aparece citado en varias ocasiones en la Biblia, donde es la flor que representa la pureza, la belleza y la virtud, una metáfora de la vida justa: «Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan…; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos» (Mateo 6, 28 y 29).

La azucena es una flor que eleva el espíritu a un terreno elegido, donde cada uno, perdiéndose en su perfume suave, aspira a un otro lugar tan poderoso e impalpable como el de su flor. Según la leyenda, Eva, después de ha- ber mordido la manzana, lloró y sus lágrimas se transformaron en lirios al tocar la tierra… Y también Santo Tomás, que no había asistido a su propia muerte, se negó a creer en su asunción hasta el momento en que su tumba se abrió ante él llena de rosas y de flores de lis. Son innumerables los cuadros de grandes maestros que representan la Anunciación con el arcángel Gabriel llevando una flor de lis en la mano que evoca la Inmaculada Concepción.

A veces también se representa a José con una flor de lis para simbolizar su amor virtuoso.

La azucena es la flor de la virgen María. Celebra su adoración, simboliza su pureza y su virginidad. Está en todas las procesiones y manifestaciones de adoración a la Santa Virgen.

La rosa de Juno*

Su belleza y su perfume asocian el lirio a muchas leyendas de las civilizaciones mediterráneas. Para los antiguos griegos y romanos, el lis era la flor reservada al altar del amor. Los grandes mitos no se equivocaron y los griegos contaban así el nacimiento del lirio: Heracles, hijo de Zeus y de Alcmena, mamaba ávidamente la leche de Hera (Juno según la mitología romana) y dejó escapar dos gotas de su precioso brebaje; una de ellas creó la vía láctea y la otra al caer al suelo se transformó en un lirio. Afrodita (Venus para los romanos), celosa de la blancura inmaculada de esta flor, la dotó de un pistilo* en forma de falo…

Utilizada como motivo por su belleza decorativa, la forma de lis se encuentra en numerosos capiteles de columnas en Creta, en muchos vasos y en muchos frescos (especialmente en los del palacio de Cnossos, en Creta, que data del siglo XV a. de C.). Además, se solía utilizar en las ocasiones festivas; en efecto, los griegos cosían los pétalos de lis para confeccionar manteles efímeros y olorosos…

Viaje de un bulbo oloroso

El Lilium candidum, lirio blanco, azucena o también lirio de San Antonio, es originario de Persia y de Siria. Con toda probabilidad fue introducido en toda la cuenca del Mediterráneo por los griegos y los romanos, y posteriormente los cruzados lo difundieron por Europa.

Se ha adaptado perfectamente a los jardines europeos, donde solamente se conocía el martagón, de flores naranjas, autóctono de la Europa meridional.

El género Lilium forma parte de la gran familia de las Liliáceas, está formado por no menos de un centenar de especies repartidas en todo el hemisferio norte (véase pág. 50). Sin embargo, podemos afirmar que en los inicios del siglo XIX la dedicación al lirio blanco y su flor fue mucho mayor; tanto por su forma como por su increíble fuerza simbólica, se convirtió en el emblema de la monarquía francesa.

Lis, flor de Louys…

La flor de lis fue el emblema de la realeza desde que Luis VII el Joven (1180) la eligió como motivo en su pabellón. Antes, Clovis y sus soldados ya la ha – bían empleado como ornamento de sus cascos… Historiadores y botánicos están divididos en cuanto al origen de la flor de «louys», que según algunos sería un iris estilizado. Sea como fuere, durante siglos el símbolo de la flor de lis adorna escudos, sellos, estandartes, palacios, coronas, trajes.

Símbolo de los Capetos y los Valois, la flor de «louys» pasa a ser la flor de «lys». Esta contracción podría explicar la presencia de la «y» en su denominación Antigua para nombrar a la flor heráldica. Así pues la flor de lis está considerada como un don celeste y el poder monárquico francés la eligió para asentar su ascendencia divina. Francia se conocía con el nombre metafórico de «el imperio del lis» o «el trono del lis».

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