Deporte y salud

Qué Es La Masturbación Y Quién Se Masturba

El siguiente texto es un extracto del libro La masturbación(ISBN: 9781683258889) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Georgina Burgos, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.

Breve Historia De La Masturbación

Se ignora quién fue el primer ser que se inició en la masturbación y cómo se la transmitió a su descendencia. A pesar de ello, puede presumirse, sin caer en ningún exceso, que el origen de la masturbación se oculta en la noche más oscura de los tiempos, aunque se carezca de pruebas tangibles para formular tal afirmación.

Jesús RAMOS, Un encuentro con el placer

En el instante en que empiezas a leer este libro puede afirmarse que, en la cultura occidental, la masturbación es lo que es gracias a nuestra historia evolutiva y sociocultural. Sin duda, a la hora de practicar la masturbación no es lo mismo ser un perro que un toro, ser un humano que un chimpancé. Y, siendo humano, no es lo mismo vivir en un entorno cultural que considera la masturbación como causa de muerte y locura que en otro que la valora como una práctica sexual placentera y saludable a la que todos tenemos derecho, o en uno que la considera propia de adolescentes y solteros inmaduros.

Dada la relevancia que tiene nuestro pasado, ahora nos embarcaremos en la historia que ha moldeado nuestras creencias, sentimientos y actitudes hacia la masturbación.

  • Los Orígenes De La Masturbación

No hay huellas paleontológicas que indiquen si nuestros antepasados se masturbaban o no, pero teniendo en cuenta que los mamíferos, y en concreto los primates, lo hacen y que la especie humana pertenece a estos dos grupos, parece razonable pensar que la masturbación ha formado parte de las prácticas sexuales de los homínidos a lo largo de su evolución. En este sentido, la masturbación humana forma parte de la herencia de nuestra evolución.

Como no existen pruebas ni registros de nuestro remoto pasado evolutivo, sólo nos queda al alcance de la mano especular a partir dela comparación con otras especies con las que compartimos antepasados comunes. La biología evolutiva defiende que el comportamiento sexual de nuestros antepasados prehistóricos sería más cercano al de los actuales bonobos que al que tenemos los humanos de hoyen día.

Los bonobos son unos simpáticos chimpancés de pequeño tamaño que constituyen la especie más cercana a la nuestra, ya que compartimos con ellos aproximadamente el 99% del genoma. Estos primates parecen disfrutar de una sexualidad libre y frecuente, útil para la cohesión social, la liberación del estrés y el estrechamiento de lazos afectivos entre los miembros del grupo. Entre sus prácticas sexuales están también la masturbación y el homoerotismo.

Conforme la cultura fue adquiriendo un papel más relevante en la sociedad humana, nuestra postura ante la masturbación fue construyéndose a partir de normas y pautas de comportamiento, y de morales y creencias que se fueron estableciendo, cambiando y reformulando a lo largo de nuestra historia sociocultural.

El ser humano es capaz de elaborar leyes, castigos y recompensas, además de otros mecanismos de control para mantener el orden en sus sociedades. En la historia de la humanidad, los avatares de la historia de la masturbación han ido guiando esta práctica por cauces concretos que han marcado sentimientos y actitudes, frecuencias y momentos adecuados para su expresión.

En función de lo que tocaba sentir, pensar y actuar en cada época y lugar, la masturbación recibía un nombre u otro. Como comprobarás enseguida, unos nombres son más inquietantes que otros. Términos como vicio solitario, auto abuso, auto polución, descargas ilegales, violencia manual… nos transmiten un fuerte rechazo hacia la masturbación. En cambio, sexo manual o auto estimulación son términos más neutros que parecen huir de cualquier connotación moral o enjuiciamiento negativo. Hay también expresiones más favorables y conciliadoras, como amor en solitario, sexo para uno y autoerotismo, que le dan la vuelta a los términos vicio solitario y auto abuso.

Tal amalgama de posibilidades lleva a pensar que no existe una verdad absoluta sobre la masturbación, sino un conjunto de conocimientos fragmentados y limitados por la cultura en la que vivimos. La masturbación es una realidad con un significado cambiante, pero no universal, a diferencia de lo que se ha pretendido defender en diversos momentos de la historia.

Tampoco es extraño toparnos en nuestro propio entorno con posturas y actitudes muy variadas hacia la masturbación. Nuestra propia actitud y el modo de entender esta práctica se han ido configurando en nosotros desde el nacimiento, en función de los mensajes que hemos recibido y seguimos recibiendo en el curso de nuestras vidas. La masturbación provoca una cascada de sentimientos y emociones que pueden ir desde la culpabilidad y el rechazo a la satisfacción y el bienestar más placenteros y deseados. Esto no es banal, ya que nuestra actitud ante la masturbación condicionará y modulará nuestra conducta masturbatoria, y la opinión que tenemos de nosotros y de los demás al practicarla. Además, estos sentimientos y actitudes nos inducirán a actuar de un modo concreto.

A continuación veremos algunos ejemplos de cómo los conceptos y las creencias han influido en las actitudes y en la práctica de la masturbación en la historia de la cultura occidental.

  • Desde Los Griegos Hasta La Era De Las Tinieblas

En la Antigua Grecia, parece que los griegos consideraban la masturbación pública algo inadecuado pero no un delito. Se dice de Diógenes el Cínico (412-323 a. de C.), un filósofo que vivía en un tonel y sentía un gran desdén por las normas sociales, que practicaba la masturbación en público y que había manifestado, mientras le reprendían, que ojalá pudiera saciar el hambre de un modo tan sencillo, frotando sus tripas. Esta escena en nuestros parques y plazas actuales no se zanjaría con una amonestación, sino que provocaría un escándalo, una serie de insultos y, quizás, hasta una denuncia y un billete directo a una evaluación psiquiátrica. A pesar de todo lo anterior, los corintios erigieron en honor de Diógenes una columna de mármol por su sabiduría.

Siglos después, Galeno, un médico griego del siglo ii d. de C., seguidor de la doctrina hipocrática, consideraba la masturbación una manera de liberarse del exceso de esperma y, por tanto, una cuestión encaminada a mantener la salud del cuerpo: lo que hoy podríamos tener como una masturbación terapéutica. Por aquel entonces, la masturbación no debía practicarse en exceso, sino conforme a la necesidad que dictara la propia naturaleza —no la del deseo sexual tal como lo entendemos ahora, sino la de los humores o fluidos corporales—,y se consideraba que era más eficaz para la salud que el coito, ya que este tampoco era adecuado en cualquier momento ni para todos los hombres.

Galeno recomendaba también la masturbación para las mujeres, ya que, como a los hombres, les permitía expulsar los humores sobrantes, liberarse de los dolores que causaba su retención y de los consiguientes ataques de histeria. Esto llevó a Galeno a elaborar una serie de recursos médicos para liberar a las mujeres de estas dolencias cuando no lo hacían las caricias de sus maridos.

En la época de Galeno y durante muchos siglos después, más o menos hasta finales del siglo xvii, y aunque hoy nos parezca impensable, hombres y mujeres pertenecían al mismo sexo. Las mujeres eran hombres imperfectos, del revés, que se habían quedado a medio hacer porque, debido a una falta de soplo vital, los órganos genitales y las gónadas no habían podido salir al exterior, como sí lo habían hecho en los hombres, que habían culminado el ciclo del desarrollo. Aunque biológicamente hombres y mujeres pertenecían a un mismo sexo, en el entorno sociocultural tenían asignados roles y estatus diferentes.

Esta biología común tuvo consecuencias significativas en la práctica de la masturbación de ambos sexos. Como ovarios y testículos eran iguales, las mujeres también debían de fabricar esperma, pero, al contrario que los hombres, lo retenían en el interior del cuerpo; recordemos que eran hombres del revés. Y a lo largo de los siglos, mientras se pensaba en la existencia de un único sexo, las comadronas practicaron a las mujeres masajes con ungüentos en la zona de la vulva y el clítoris para liberar la retención de esperma y su posible putrefacción en el interior del organismo, pues podía convertirse en un veneno para el cuerpo. El objetivo de los médicos griegos, y posteriormente de los medievales, no era satisfacer el deseo sexual, sino liberar el esperma del organismo de manera adecuada para mantener la salud de hombres y mujeres. Esto también tenía implicaciones importantes en los célibes y los solteros, para quienes la masturbación terapéutica era una práctica necesaria.

En las épocas griega y romana, las personas sentían, al margen dela medicina y la salud, que la masturbación era algo grotesco y en cierto modo abyecto: se trataba de una práctica de segundo orden que rebajaba la dignidad de un ser frustrado. En las comedias de Aristófanes, reflejo de la época, la masturbación era indigna para los hombres de alto estatus pero no para los esclavos, las mujeres y los niños. Un hombre de prestigio, antes de recurrir a la masturbación, podía pagar a una prostituta o usar a una esclava o un esclavo. Sólo quienes ni siquiera podían recurrir a esto porque no poseían dinero estaban abocados a resignarse a la masturbación. En cuanto a las mujeres, hombres imperfectos, poca importancia tenía el asunto de la dignidad, ya de por sí muy inferior a la del hombre, y la masturbación poco podía rebajarla. En definitiva, no se consideraba un pecado ni un acto deshonesto contra el propio cuerpo, sino un acto vergonzoso por la pérdida de posición y prestigio social del hombre que la practicara.

En la Edad Media, la medicina siguió siendo heredera de las enseñanzas de Hipócrates y Galeno. En el siglo xii, el teólogo y filósofo Alberto Magno caviló, instruyéndose con el conocimiento que le había legado la historia, y llegó a la conclusión de que el semen provenía del cerebro, debido a la similitud entre ambos. Una de las pruebas que convertían esta conclusión en irrefutable era el caso del monje que, ardiendo de deseos por una dama, pasó una noche entera masturbándose, hasta sesenta y seis veces, y murió. La autopsia reveló que los ojos estaban deshidratados y su cerebro tenía el tamaño de una granada.3 Quizás hoy al monje le diagnosticarían alguna enfermedad degenerativa que no tendría nada que ver con la masturbación, pero que entonces era desconocida.

En la Edad Media temprana, la masturbación seguía siendo algo grotesco, reservado para las feas, los pobres, los infortunados, los indignos… una práctica solitaria que, si bien era de segunda división, aún no era moralmente sospechosa.

Sin embargo, esta consideración cambiaría durante este periodo de la historia, de camino a la era de las tinieblas.

Durante la Edad Media, la masturbación se convirtió en pecado por tratarse de un acto contra la ley de Dios, pero aún estaba poco atendido porque la sodomía, la fornicación y el adulterio eran ofensas mucho más graves. Aunque la masturbación había ido adquiriendo implicaciones religiosas y morales negativas, no había sido vinculada aún al deterioro físico. La mala suerte de la masturbación podía empeorar. Y mucho. Y así fue.

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