Deporte y salud

Guía práctica de la morfopsicología – Practical guide to morphopsychology

El siguiente texto es un extracto del libro Guía práctica de la morfopsicología (ISBN: 9781639199020) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Jean-Pierre Kauffmann, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.

Introducción

El mundo y los tiempos cambian, cantaba Bob Dylan en los años sesenta. El mundo de la medicina también está cambiando, lenta pero inexorablemente. Al menos en lo que se refiere a la patología (enfermedades) existente en los países occidentales.

Esta se revela cada vez más funcional y menos orgánica. Qué significa esto? Se conoce con el nombre de patología orgánica todo desorden sufrido bajo forma de lesión anatómicamente visible o identificable. El término orgánica, precisa el diccionario de términos médicos, […] designa de modo especial a un fenómeno relacionado con la alteración aparente de la estructura de un órgano. En cambio, una alteración funcional está considerada benigna y reversible, y […] no es debida a una lesión detectable en un órgano, sino a una perturbación de su funcionamiento.

A partir de esta no-lesión, las más recientes generaciones de médicos se han acostumbrado a considerar dichas lesiones funcionales como secundarias, incluso ilusorias o puramente psíquicas, es decir, irrelevantes. Un gran especialista clínico, el malogrado profesor Klotz, escribía en un artículo refiriéndose a este tema: Cuando los médicos internos dicen, al presentarnos un enfermo, que es un funcional, quieren indicarnos discretamente que ese enfermo no tiene nada, que es un psíquico, incluso que podría tratarse de un simulador.

El problema se agudiza con los años ya que actualmente el contingente de funcionales tiende a multiplicarse y nuestra formación como médicos orgánicos nos deja desamparados ante esos pacientes cuyo raquis no es la causa de la ciática que padecen, ante esas legiones de personas con insomnio, con gastritis, con hepatitis o con migrañas cuyas exploraciones resultan desesperadamente normales. Entonces le decimos: Son los nervios, y le recetamos unas pastillitas calmantes esperando que no venga más a dar la lata con la acidez que le vuelve, con las hinchazones del vientre que le molestan, con las calenturas en la cabeza o los pies, etc.

Son hechos que enfrían la confianza que teníamos en el diagnóstico y en el arsenal terapéutico de que disponíamos. Dicho de otra forma, nosotros, como médicos, nos sentimos tentados de recurrir a un tranquilizante cualquiera para frenar el dolor de un enfermo cuando no sabemos determinar con precisión la causa y el mecanismo de una patología. Eso ocurre cuando ustedes, los pacientes, no tienen la bondad de ofrecernos una enfermedad orgánica sobre la cual pueda ponerse una bonita y simple etiqueta del género: anginas, úlcera, tumor, fractura, etc.

Este preámbulo no quiere en modo alguno crear polémica sino intentar explicar lo que motiva, a nuestro entender, la fuerte atracción que experimentan hoy en día las medicinas diferentes, entre las gentes. Los medicamentos corrientes, llamados alopáticos, si bien prestan fieles servicios a la patología orgánica, son del todo ineficaces e incluso peligrosos cuando se pretenden administrar para tratar los desórdenes funcionales que son el pan de cada día para una gran parte de la población de los países occidentales. La medicina de terreno, en contrapartida, abona el espacio sobre el que florecen algunas técnicas a la vez antiguas y modernas como son la fitoterapia (curación a través de las plantas), la oligoterapia (curación por los metales), la homeopatía (curación por medio de elementos análogos), el termalismo, la acupuntura… No es una lista, por supuesto, exhaustiva.

Por qué? La razón es doble:

· son técnicas que funcionan;

· permiten personalizar el tratamiento.

• Estas técnicas funcionan: los que las condenan, confunden sus deseos con la realidad. Les gustaría que estas técnicas fueran ineficaces, pero si las hubieran experimentado, no habrían tenido más remedio que constatar los notables servicios que han procurado a los pacientes.

• Son técnicas que tienen una gran ventaja con respecto a la alopatía, aunque esta no sea su ambición: permiten tratar a cada paciente según su caso preciso, sus antecedentes, su entorno particular, su historia concreta, y no tratar la enfermedad de forma rutinaria. Un ejemplo: cuando era alópata, recuerdo haber tratado a muchos asmáticos proponiéndoles más o menos la misma receta, puesto que estaba tratando el asma y no al señor García o al señor Pérez. Actualmente, gracias a la acupuntura, he aprendido a tratar no sólo el asma sino también el caso particular del señor Pérez que no es necesariamente el mismo que el del señor García. Los resultados terapéuticos son netamente mejores al estar adaptados al caso concreto de cada paciente.

No pretendemos decir con esto que las medicinas diferentes sean la panacea. Tienen sus indicaciones y sus límites. La medicina diferente o tradicional, no es una ciencia infalible y tanto en homeopatía como en fitoterapia se dan fracasos parecidos a los que constatamos en la alopatía.

Con esto queremos decir que las diferentes medicinas son complementarias y que el paciente del siglo XXI tendrá necesidad de todas las técnicas médicas: es necesario que ambas medicinas se respeten; ya sean médicos alópatas o de medicinas diferentes, debe ser el paciente quien salga ganando.

En este libro aparecen algunas de estas nuevas técnicas médicas enfocadas bajo un prisma original. En un primer trabajo titulado Manual de morfopsicología, tratabamos de definir al posible paciente: qué distingue a un sanguíneo, a un linfático, a un biliar…? Cuáles son las características del tipo Saturno, del tipo Urano, del tipo Luna…?

Ayudar al lector a escoger la medicina adecuada en función de su temperamento, enseñarle no a ser su propio médico, pero sí a ver con más claridad el camino de su salud, tal es nuestro deseo en esta obra.

Cuáles son las técnicas a su alcance?

La primera de ellas, de sentido común, consiste en orientar adecuadamente su existencia en función de su propia naturaleza. Cuando escuchamos a nuestros pacientes en el secreto de la consulta médica, descubrimos que a menudo en el origen de una enfermedad existe una perturbación o un desorden existencial: ruptura sentimental, conflicto familiar no resuelto, duelo, falta de arraigo, error de orientación o fracaso profesional.

En este libro le daremos algunos consejos acerca de estos temas delicados, incluso aunque parezcan estar fuera del alcance del campo de acción del médico. El segundo tipo de recomendación que vamos a prodigarle hace referencia a su higiene de vida. Es algo determinante. Cómo pretende encontrarse bien si come demasiado o demasiado poco, si ingiere unos alimentos demasiado ricos o demasiado pobres, demasiado azucarados o salados, demasiado deprisa o con irregularidad, si no respeta las horas de descanso, si abusa de la vida sedentaria o del deporte?

De nada le sirve quejarse de su tos matinal si fuma cuarenta cigarrillos al día, de sus náuseas y diarreas si su consumo de alcohol sobrepasa los dos litros de vino o de cerveza, dos coñacs o dos whiskys diarios. Vamos a proponerle, siempre en función de su temperamento, unos menús, unos ejercicios, unas reglas de vida, incluso para aquellos que consideran que la mejor regla es no tenerla. El tercer tipo de recomendación hace referencia a la terapéutica propiamente dicha. Lo que puede esperar del termalismo, de la fitoterapia, de la oligoterapia, de la homeopatía y de la acupuntura, siempre en función de su temperamento.

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