Deporte y salud

Manual familiar de las medicinas alternativas – Family handbook of alternative medicine

El siguiente texto es un extracto del libro Manual familiar de las medicinas alternativas (ISBN: 9781683251460) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Dr. Dr. Alexandre Alexandre Strasny, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.

Me he puesto enfermo: ¿qué debo hacer?  

¿Cómo surge una enfermedad? Me he puesto enfermo: ¿qué debo hacer?

Las enfermedades pueden aparecer de forma repentina: do­lores punzantes en el corazón, retortijones de estómago, heces con sangre, debilitamiento general poco habitual, temperatura superior a los 40 °C, erupciones cutáneas, problemas de respiración, parálisis, etc.

Sin embargo, lo que suele ocurrir es que la enfermedad se de­sa­rrolla paulatinamente. Uno puede sentir un pinchazo en el co­razón y punto. Es decir, nada grave, porque ya le ha pasado con anterioridad y no ha ocurrido nada. No obstante, al cabo de una semana vuelve a producirse otro pinchazo. En este caso, ¿no sería mejor someterse a un chequeo? Muchas veces dejamos estas cosas para el día siguiente, o para otro día, porque nuestra agenda está llena. No tenemos tiempo para nada… De hecho, pueden haber transcurrido dos semanas y no haber vuel­to a sentir la molestia. No obstante, puede llegar un día en que la molestia sea permanente. ¿A qué se deberá?

A no ser que se trate de un resfriado, lo que solemos sentir ante una molestia es pánico: «¿Me pasa algo? ¿Por qué me ha to­ca­do a mí? ¿Puede que sea cáncer?». La verdad es que, en mayor o menor medida, todos somos hipocondriacos; así, ante un sig­no de debilidad, nuestra conciencia emite señales de alarma. Una de las reglas de oro de todo tratamiento sostiene que la prudencia es la madre de la seguridad y yo recomiendo que tanto pacientes como facultativos apli­quen dicha regla.

Así pues, ¿cómo deben reaccionar si se sienten enfermos? Ante todo, que no cunda el pánico. Incluso en el caso de situaciones que a primera vista pueden parecer desesperantes, casi siempre hay una solución, por no decir varias. De hecho, la aparición de un problema entraña hallar una solución para el mismo. Está claro que todos preferiríamos que otros ocuparan nuestro lu­gar como enfermos: el vecino, alguien que nos encontramos por la calle, etc. Por desgracia, las enfermedades nos pueden afec­tar a todos, incluso si no tenemos antecedentes familiares.

Entonces, ¿cómo se deberá proceder? Pues, sin duda alguna, acudiendo a nuestro médico.

En la consulta del médico

Existen personas a quienes les encanta ir al médico. Sin em­bargo, por lo general la gente no se dirige a ningún facultativo a no ser que se encuentre mal. Normalmente, ir al médico no resulta ser algo demasiado agradable. Interpretamos que un análisis de sangre, una radiografía, una endoscopia o un examen de la próstata, por citar algunos ejemplos, son indicios de que existen problemas de salud y nos recuerdan a su vez que no somos eternos.

Si bien nuestra conciencia confía en el médico, cuya misión con­siste en curarnos las enfermedades y, así, prolongarnos la vida, el papel de proteger nuestra salud nos lleva inconscientemente a la idea de la muerte. Esto explica que, pese al respeto que podamos sentir hacia los médicos, deseemos en lo más pro­fundo de nuestra alma tener el mínimo trato con ellos: te­me­mos que nos puedan revelar algo desagradable.

Sin embargo, si alguien se pone enfermo, le guste o no, deberá acudir al médico, el cual le explicará qué le ocurre; es decir, le fa­cilitará un diagnóstico. Claro está que los médicos sienten pre­dilección por colgar a los enfermos las etiquetas de un diagnóstico, incluso cuando este aún no está establecido del todo.

Ciertas enfermedades pueden ser mortales o incurables, pero otras muchas pueden curarse por sí solas o mediante una in­tervención quirúrgica. En caso de no saber cuál es la enfermedad que se sufre, lo más sensato será dirigirse al médico, ante quien no debemos sentir vergüenza alguna y al que hemos de plantear nuestras dudas. Puede ser que algún médico se abru­me ante las preguntas, pero el paciente no debe actuar en función de lo que el médico pueda pensar, sino de su propia salud. Así pues, cuando vayamos al médico debemos plantearle las siguientes preguntas:

‑¿Qué me ocurre?

‑¿Se trata de algo peligroso?

‑¿Voy a curarme completamente o debo acostumbrarme a que mi enfermedad se vaya manifestando?

‑¿Debo cambiar la vida que llevo para ponerme bien lo antes posible?

‑¿Qué pasos debo tomar tras haberme sometido a las pruebas?

Volviendo al ejemplo anterior del pinchazo en el corazón, pue­de ser que el paciente haya tenido suerte y que no tenga nada que ver con ninguna enfermedad cardiaca, sino que se trate de una neuralgia intercostal. También puede ser que un dolor hi­po­gástrico especialmente agudo haya sido consecuencia de una cistitis fácilmente curable o que un dolor de garganta sea una simple angina. En estos casos, el médico dará unas instrucciones que el paciente podrá seguir sin la ayuda de un naturópata.

Sin embargo, también se puede tener menos suerte: una boca ligeramente seca puede ser un primer indicio de diabetes; el debilitamiento apenas perceptible de un músculo de la mano, una señal de una disfunción del riego cerebral; el pequeño bulto en el pecho, un tumor maligno, etc. Es muy posible que ante estas manifestaciones no acudamos al hospital de buenas a primeras, porque lo más seguro es que ni siquiera sintamos que estamos enfermos. No obstante, con estos casos no se puede jugar: los métodos terapéuticos caseros o la medicina natural ya no tienen cabida.

De todos modos, en la mayoría de los casos el médico no pro­nunciará ningún tipo de sentencia ni positiva ni negativa, sino que nos dirá algo a mitad de camino. Ante un dolor de cabeza, nos preguntará si lo tenemos a menudo y, como prevención, nos recetará algún medicamento. Si andamos algo estreñidos, nos recetará algún laxante que puede que funcione. Ante un dolor de espalda, nos dirá que nos tumbemos y nos relajemos.

Es en estos casos, pues, cuando el naturópata entra en juego. La filosofía etíope sostiene que mientras que el naturópata trata a los enfermos, lo que hace el médico es analizar las pruebas. A su vez, cabe destacar que acudir al naturópata tiene un precio; así, si se dispone de dinero, pueden saltarse perfectamente los dos capítulos siguientes. Si, en cambio, su capacidad económica es más bien escasa, les aconsejo que se informen adecuadamente de los costes antes de someterse al tratamiento deseado.

¿En qué consiste una enfermedad?

Esta es una pregunta digna de ser planteada a la OMS, la Organización Mundial de la Salud; es decir, la institución médica más competente del planeta. Según la definición de esta organización, enfermedad equivale a falta de salud. Sin duda alguna, dicha definición es extremadamente corta y poco precisa.

Asimismo, la misma OMS definió la salud como un estado completo de bienestar físico, mental y social, que no consiste únicamente en la ausencia de enfermedad o de minusvalía. Está claro que esta es una definición más larga, pero igualmente es poco precisa.

Al parecer, lograr definir qué es la enfermedad es tan difícil co­mo decir qué es el amor. Pese a ello, se puede afirmar que en la ma­yo­ría de casos las enfermedades se presentan bajo la forma de in­flamación, degeneración, espasmos o neoformaciónes en el or­ganismo. La inflamación es aquello que en los análisis mé­di­cos suele terminar en -itis, como por ejemplo la gastritis, la pancreatitis o la amigdalitis. La degeneración consiste en la aparición de tejidos anormales en el puesto de los tejidos sa­nos; este sería el caso de la degeneración calcárea o del depósito calcáreo en las vértebras.

Por lo que se refiere al espasmo, este se manifiesta a tra­vés de la contracción de órganos como los vasos sanguíneos, la vesícula biliar o los bronquios. La neoformación, por su parte, consiste en la aparición de tumores, ya sean estos benignos o malignos. Si bien estas son definiciones que no engloban ni mu­cho menos la totalidad de las enfermedades (como por ejemplo, las enfermedades físicas y genéticas), por lo menos sí resulta más comprensible que la simple constatación de «falta de salud».

Así pues, a partir de dicha definición se entiende que la salud co­rresponde a la inexistencia, en nuestro organismo, de inflamaciones, degeneraciones y espasmos, así como de cualquier tipo de neoformación. De todos modos, la salud va más allá de la simple inexistencia de una enfermedad, puesto que se trata de un complejo estado biológico, psicológico y social. Pasemos a ver, pues, las principales ideas existentes acerca de la esencia y las causas de la enfermedad.

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