Desarrollo personal

Guía del animador eficaz – Effective animator guide

El siguiente texto es un extracto del libro Guía del animador eficaz(ISBN: 9781683258490) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Gilbert Garibal, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.

Saber expresarse

— «¡En la mesa no se habla!»;

— «¡Silencio en las filas!»;

— «¡Cerrad el pico!».

Desde la más tierna infancia, desde la familia hasta el servicio militar, pasando por la escuela, el sistema educativo se las ha ingeniado para «impedir» hablar en público. Resultado: ¡cuántos estudiantes se sienten aterrorizados cada año por las pruebas orales de sus exámenes! Usted mismo, por ejemplo, a menos que haya recibido clases de teatro, ¿recuerda una sola lección de dicción recibida en la escuela? En cambio, cuántos cuadernos de todo tipo habrá emborronado penosamente…

El progreso no ha dejado de perfeccionar herramientas de escritura, hasta crear, después de la tiza y la pluma, ese nuevo bolígrafo llamado ordenador. Como dice el viejo proverbio, las palabras se las lleva el viento, los escritos permanecen.

¿Acaso no resulta sorprendente esta insistencia en privilegiar lo escrito sobre lo oral?, cuando los seres humanos se caracterizan precisamente por la capacidad del lenguaje. Pero todavía hoy se sigue diciendo que lo escrito hace la ley…

Afortunadamente, los medios informativos, por su parte, han emprendido una auténtica liberación de la palabra, invitando incluso al oyente a un intercambio verbal con ellos. La radio y la televisión han sugerido, con el tono de la conversación, un nuevo habla, más directo, más incisivo. Y han conseguido influir en la prensa y sobre todo en la publicidad, cuyo discurso, después del tiempo del «reclamo», es ahora libre y más dinámico. Evidentemente, esto a veces implica un gran perjuicio para gramáticos y otros puristas.

En pocas palabras: la época de la comunicación se ha alzado. Y esa es precisamente la función del animador, cuyo papel implica un acercamiento al arte de hablar a los demás… y que no suele figurar en los programas educativos.

Sin pretender imitar al orador griego Demóstenes, que practicaba hablando con guijarros en la boca, existen toda una serie de técnicas simples para perfeccionar por uno mismo la expresión oral.

La voz

La expresión oral es la acción de expresarse gracias a un maravilloso instrumento de comunicación, la voz.

¿Cómo se forma la voz?

Cada uno dispone de un «altavoz» natural. De forma muy esquemática, este aparato emite sonidos gracias a un complejo proceso, que va de abajo arriba:

— una corriente de aire sube de los pulmones;

— este flujo hace que vibren las cuerdas vocales, situadas a cada lado de la glotis;

— los sonidos obtenidos bajo presión resuenan en la laringe, y después en la zona nasofaríngea… antes de transformarse en la boca y en los labios en consonantes y vocales, que conforman las palabras.

Así nacen las palabras.

Es la forma de los huesos de la cara, de los dientes, del paladar y dela laringe la que origina que, modulando el aire que proviene de los pulmones, cada voz tenga su timbre particular. Es por este motivo por el que hay voces de pecho (graves) y voces agudas que derivan, por ejemplo, en una voz ronca, una voz nasal, una voz débil o una voz velada cuando son desnaturalizadas, sin resonancia.

La voz, con buen tono en algunas personas pero sin él en otras, puede ser, en consecuencia, rica, potente, hermosa e, incluso, «de oro», cuando no es llana, lánguida, estridente o gangosa, según el oído y el vocabulario de cada oyente. De hecho, hay voces agradables y otras que… lo son menos.

Esta emisión de sonidos, gobernada por el cerebro, es un acto neuromuscular. Este último interviene, por tanto, en tres niveles sucesivos de este verdadero «instrumento de viento» que constituye nuestro sistema vocal, como se puede ver en el dibujo.

Los profesionales de la palabra conocen bien el poder del órgano vocal. Desde el profesor hasta el vendedor, desde el conferenciante hasta el político, desde el cómico hasta el… animador, todos saben que la voz constituye un potente medio de acción sobre su público, porque es, al mismo tiempo, un destacado vehículo de la gama de sentimientos. En ocasiones puede ser alegre, en ocasiones triste, temblorosa o enfurecida. Y sabe volverse encantadora, afirmativa y convincente en boca de un político. ¡Y, por supuesto, jovial, cálida y dinámica en el animador!

Así, por naturaleza, la voz humana es flexible y, en cierto modo, polivalente. Sabe adaptarse a las circunstancias.

Unas líneas más arriba se ha comparado la voz con un instrumento de aire; y quien habla de instrumento habla de aprendizaje. Evidentemente, uno puede convertirse en orador improvisado y resultar ser excelente, pero el uso profesional de la voz exige un entrenamiento y unos ejercicios adecuados. Es aconsejable obtener no sólo la mejor calidad de sonido posible, sino conseguir, con seguridad y mediante la práctica, la eficacia buscada.

Expresarse oralmente, sea cual sea el tipo de alocución, consiste, ante todo, en tener en cuenta siete parámetros fundamentales que afectan a la vez a la forma y al fondo del discurso, esto es:

La relajación

Hay que estar relajado físicamente para sentirse bien a nivel mental y poder transmitir un mensaje verbal.

Ahora bien, en este proceso de relajación puede aparecer el denominado miedo escénico.

¿En qué consiste el miedo escénico?

Conscientemente, el miedo escénico es el miedo a los demás.

Sin embargo, inconscientemente, es el miedo a uno mismo. Sin realmente saberlo, es posible experimentar este conflicto particular, que cada cual vive a su modo, y que enfrenta al deseo de ser querido, reconocido, admirado por los demás, con la certeza individual y particular de no poder conseguirlo; incluso puede llegar a sentirse culpable por recibir tal amor, como apunta el psicoanálisis.

Pero mejor no entrar más en territorio freudiano, puesto que no es necesario. El diccionario apunta que el miedo escénico es el miedo que se experimenta, en particular, en el momento de aparecer en público. Es efectivamente en esas ocasiones en las que puede manifestarse, sobre todo cuando se toma la palabra en un lugar fuera de lo habitual, ante un público numeroso y desconocido. La «víctima» padece, entonces, un sentimiento de impotencia, incluso parálisis, ante una situación que considera peligrosa y ante la responsabilidad que de ello se deriva.

El cerebro, alertado por la amenaza anunciada, actúa liberando sus medios de defensa hormonales, especialmente la adrenalina, que, cuando se segrega en abundancia, provoca manifestaciones físicas molestas. ¿Quién no las ha experimentado, al menos una vez, al tomar un micrófono en una reunión?

Pero lo peor son las consecuencias: respiración acelerada, un nudo en la garganta, boca seca, lengua pesada, sudores profusos… ¡Y, mientras que usted está ahí para hablar, su voz tiembla hasta volverse inaudible! Y entonces, ese temible miedo escénico se apodera de todo su cuerpo: le duele el estómago, le flaquean las piernas, le tiemblan las manos y, con ellas, el papel del discurso. Y si no, se instala totalmente en usted una angustia general, se le nubla la vista, le invade una impresión desesperante de vértigo, la cabeza le da vueltas… Curiosamente, siente deseos de salir corriendo… pero se queda paralizado.

¡No se desespere!

Tiene que evitar todo tipo de histeria porque:

— es normal experimentar tensión cuando se habla en público. Usted no es un caso excepcional. Los políticos más importantes, al igual que los actores más famosos, conocen el miedo escénico. «¡El miedo escénico le llegará con el talento!», le dijo un día el gran Louis Jouvet a una alumna de teatro que afirmaba que no lo sentía;

— la pérdida de memoria que le parece durar un siglo es muy fugaz;

— si respira profundamente varias veces, volverá a la calma;

— sabe muy bien de lo que va a hablar (se volverá a tratar este aspecto)y tiene notas concisas en forma de esquema en su bolsillo, por si las necesita;

— el miedo a los demás desaparece, ya que el público no le es hostil. No tiene ninguna razón, por decirlo de alguna manera, para buscar lelas cosquillas. Mire hacia él y sonríale, en lugar de bajar la cabeza. Tenga por seguro que los espectadores prefieren una alocución con una o dos dudas o incluso con algunos lapsus divertidos, que un discurso frío y sin errores.

De hecho, es completamente posible combatir el miedo escénico o incluso neutralizarlo gracias a diversas técnicas preparatorias. Son muy recomendables.

Técnicas de relajación

El relajamiento neuromuscular, como ya se ha dicho, es una de las condiciones indispensables para una buena expresión oral.

A principios de siglo XX, un médico alemán, el doctor J. H.Schultz, propuso un sistema de relajación física y mental, el denominado entrenamiento autógeno, que inmediatamente resultó ser muy eficaz, y que actualmente todavía se sigue empleando. Este principio de relajación está inspirado en el yoga. Una de las posiciones empleadas es la posición de cochero adormecido (sentado, con el cuerpo inclinado hacia delante y los codos sobre las rodillas, con las manos colgando). Este ejercicio proporciona una relajación rápida de los músculos, cuando se combina con un «querer» psíquico apropiado. Con esta postura, usted deberá tomar conciencia del ritmo de su respiración y de los movimientos de apertura y cierre de la glotis. Así pues, esta técnica hará que se concentre en su laringe, y esta se calmará en unos minutos.

Muchos terapeutas recomiendan el uso del entrenamiento autógeno del doctor Schultz porque, entre todos los métodos de relajación que este creó, parece el más fácil de llevar a la práctica.

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