
60 dietas a prueba – 60 diets tested
El siguiente texto es un extracto del libro 60 dietas a prueba(ISBN: 9781683257233) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Olga Roig, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.
Ser o no ser… De la salud a la obesidad
No es lo mismo adelgazar por motivos de salud que hacerlo para mantener la forma o por imperativos sociales o miméticos. El espejo puede engañarnos y la báscula es mucho más objetiva, pero antes de emprender cualquier medida deberíamos tener en cuenta dos valores de referencia, el índice de masa corporal(IMC) y el llamado peso ideal. Ninguno de los dos es puramente científico y tampoco reflejan un valor absoluto o exacto, pero nos ayudan a conocer si nuestro peso es el adecuado.
Haciendo acopios
Cuando nuestro organismo, por el motivo que sea, acumula grasa de forma anómala, con el consiguiente riesgo para nuestra salud física y mental, se dice coloquialmente que estamos fuera de peso. En grados moderados recibe el nombre de sobrepeso, en cuyo caso la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que tenemos un riesgo bajo de padecer enfermedades asociadas a dicho estado. En niveles elevados o muy altos recibe el nombre de obesidad y se considera que es una enfermedad con distintos grados de gravedad.
Conocer el IMC
Para establecer las clasificaciones antes citadas, la OMS recurre a distintos indicadores. Desde la década de 1980, el de mayor relevancia es el IMC, un sencillo cálculo que establece la relación adecuada entre el peso y la altura de un individuo. La ventaja de este método con respecto a las tablas de peso ideal es que resulta más global, ya que los resultados no tienen en cuenta ni el sexo ni la edad en la población adulta; sin embargo, la OMS advierte de que se trata de una guía aproximativa.
Para conocer nuestro IMC debemos dividir nuestro peso por la estatura, expresada en metros, elevada al cuadrado (kg/m2). Veamos el ejemplo de una persona que pesa 80 kg y mide 1,75 m:
1,75 (altura) x 1,75 = 3,06 (altura al cuadrado)
80 (peso) / 3,06 (altura al cuadrado) = 26 (IMC)
Para la OMS, el sobrepeso equivale a un IMC que sea igual o superior a 25 y determina que la obesidad se radica en valores iguales o superiores a 30. Resulta igual de nefasto pesar de más como hacerlo de menos. Por ello, a partir de los índices de IMC, la OMS establece la siguiente tabla:

Este libro está destinado única y exclusivamente a orientar a aquellas personas cuyo IMC esté entre 25 y 29,9. El uso de cualquier dieta para los que superan dichos valores queda restringido a las recomendaciones de sus médicos de familia.
En busca del peso ideal
En las revistas y los libros, y especialmente en Internet, las tablas de peso ideal florecen cual almendros. Para el doctor Jiménez Marcos, “cualquier tabla de peso ideal, incluso aquellas realizadas bajo control médico, tienen una validez orientativa y no determinante. El auténtico peso ideal es aquel en que el individuo se encuentra a gusto, emocionalmente equilibrado, con niveles óptimos o normales de salud y en el que ninguna de sus actividades diarias se ve obstaculizada por el peso».
Más allá de lo que refleja la báscula, el peso óptimo de cada persona viene además determinado por su edad, sexo y constitución corporal. Hay individuos cuyos músculos y huesos son más pesados o voluminosos, y no por ello deben entender que tienen sobrepeso, el cual está vinculado al exceso de grasa.
Además de las tipologías pequeña, grande y mediana, que sirven para establecer valores de medición en las tablas de peso ideal, existen tres tipos básicos de constituciones corporales aceptadas de forma estandarizada:
• Alargada: visualmente son personas estrechas y alargadas. Los brazos y las piernas son largos en proporción a la imagen de conjunto, y la musculatura y el tronco son muy estilizados, con lo cual, en valores ópticos —y dentro del peso normal—,dan sensación de delgadez.
• Estándar: las extremidades están desarrolladas de manera proporcionada, los miembros están bien formados y presentan musculaturas medias. La estatura del individuo se corresponde aproximadamente con la envergadura de los brazos.
• Cuadrangular: el individuo presenta extremidades ligeramente más cortas en proporción al tronco. Su musculatura es recia, y la fortaleza corporal da una impresión de solidez. En valores ópticos, y siempre que se encuentren en un peso considerado como normal, pueden dar una mayor sensación de robustez.
Obesidad: en busca de un porqué
Las estadísticas afirman que, en 2015, habrá 2300 millones de adultos con problemas de sobrepeso y unos 700 millones con obesidad en todo el mundo.
La obesidad tiene dos orígenes: uno, el exógeno, provocado por la mala alimentación y el sedentarismo, que es sin duda el factor que más fácilmente se puede evitar; y el segundo y más peligroso, que recibe el nombre de endógeno, viene producido por alteraciones metabólicas. Sin embargo, hay un tercer tipo que comienza a tener protagonismo, el denominado síndrome de Prader-Willi(SPW).
El SPW se conoce desde 1956. En aquel momento se definió como un cuadro clínico de obesidad que afectaba al cerebro del paciente y alteraba su capacidad de aprendizaje y su facultad de llevar una vida normal. Pero en la década de 1980, y gracias a los avances de los estudios genéticos, se supo que no se trataba de una lesión cerebral, sino de una cuestión de genes. El SPW trastorna el funcionamiento del hipotálamo, que, entre otras cosas, controla el apetito. Dicha alteración provoca que el enfermo no distinga entre la sensación de hambre y la falta de saciedad. Pero, además, este síndrome genera que el organismo almacene más grasas de las que necesita, con lo cual el descontrol es doble. Por una parte, se produce la obesidad endógena y, por otra, la exógena; podríamos resumirlo, un tanto burdamente, como «además de estar gordo, siempre tengo hambre y nada me sacia». Afortunadamente se calcula que, de cada millón de personas, sólo 66 padecen esta dolencia.
De vuelta a la obesidad endógena, en la que no profundizaremos, dado que no es el objetivo de este libro, cabe indicar que se produce por múltiples causas, como la herencia genética y las alteraciones del comportamiento de los sistemas nervioso, endocrino y metabólico.
Gracias a los avances genéticos y a los estudios del ADN, se cree que, en un futuro, este tipo de obesidad podrá ser tratado, corregido e incluso curado. En 2007, un grupo de científicos del Centro de Investigaciones Médicas del Reino Unido publicaron en la revista Science el descubrimiento de un gen llamado «FTO» y determinaron que cuando una persona tiene dos copias de dicho gen posee un 70 % de riesgo de padecer obesidad, frente a un30 % de quien sólo tiene una copia.
¿Y ella por qué nunca engorda?
Hay personas que mantienen costumbres alimenticias indudablemente nocivas para su salud y que, como por arte de magia y a pesar de la notable ingesta de grasas, jamás engordan. El misterio parece comenzar a resolverse y ya tiene nombre: «APOA5». Se trata de un gen que ha sido descubierto en la Universidad de Tufts, en Estados Unidos. El «APOA5» se ocupa de metabolizar la grasa del organismo e impide la obesidad con independencia de la cantidad consumida. Este gen se encontró mientras se buscaba una explicación al hecho de que muchos individuos, pese a tener una dieta excesivamente rica en calorías y grasas, nunca engordan.
De cara al futuro, en opinión del director del Laboratorio de Genómica y Nutrición de la citada Universidad de Tufts, el científico José María Ordovás, gracias a hallazgos como este podrán hacerse recomendaciones nutricionales personalizadas que estarán basadas en la información genética de cada individuo. Esto, que ahora mismo nos parece ciencia ficción, recibe el nombre de nutrigenómica.
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