
Ver mejor sin Gafas – See better without glasses
El siguiente texto es un extracto del libro Ver mejor sin Gafas(ISBN: 9781644611180) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Paola Santagostino, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.
El ojo, ese desconocido
Nuestro ojo es la más simple y perfecta cámara fotográfica que existe en la naturaleza. Una pequeña joya que nos permite convertirlas ondas luminosas de la atmósfera en una imagen mental del mundo exterior. ¿Cómo es posible? Veamos cómo está formado el ojo y de qué manera funciona.
Cómo está formado el ojo

El globo ocular tiene una forma casi esférica. Su interior contiene un líquido acuoso transparente que permite el paso de la luz. El exterior está protegido por tres membranas: la más externa, llamada esclerótica, es resistente y evita eventuales golpes o lesiones; la intermedia, llamada corioidea, está plagada de vasos sanguíneos, le asegura la oxigenación y la nutrición; la interna, la retina, es la más importante para nosotros en este momento, puesto que en la parte profunda del globo, esto es, en la que se encuentra justo en la parte opuesta al punto más exterior, se alojan los órganos específicos de la visión.
En ella se encuentran unas células muy especiales, llamadas conos y bastoncillos, que están capacitadas para transformar el estímulo luminoso —la onda de luz que recibe— en otro nervioso, que proseguirá su camino a lo largo del nervio óptico hacia el cerebro, donde será interpretado como imagen de un objeto exterior.
Hay un detalle que debe tenerse en cuenta, muy importante para entender lo que se dirá más adelante sobre la forma correcta de usar nuestros ojos: no toda la retina puede recibir y transformarlos impulsos luminosos de la misma manera. Existe una zona particular muy pequeña, llamada mácula lútea, en la que hay otra aún más pequeña, la fóvea, donde la capacidad visual es máxima. Sólo en este punto pueden ser recibidas las imágenes de forma nítida y precisa.
Por lo tanto, es lógico que el ojo se mueva continuamente para conseguir de este modo que las imágenes incidan precisamente en ese punto, y más adelante veremos en qué medida esto es importante para una buena visión.
Si nos fijamos ahora en el exterior, encontraremos la córnea, el iris, la pupila y el cristalino. La córnea es un disco curvado, resistente y transparente, que se adapta como la esfera de un reloj al globo ocular y permite una óptima refracción de la luz.
Debajo de ella se encuentra el iris, la zona más visible desde el exterior, en forma de corona circular. Tiene un color distinto al delos ojos. De hecho, cuando hablamos de ojos azules, verdes o pardos, hablamos del color del iris, el cual depende de la cantidad de pigmento que tenga, y que está determinado genéticamente.

La pupila es la abertura situada en la parte central del iris. Los rayos de luz, cuando inciden en el ojo, pasan a través de ella. A simple vista es de color negro.
El iris actúa de la misma manera que el diafragma de un objetivo fotográfico: cierra el diámetro de la pupila si la luz es muy intensa y molesta y lo abre si es tenue, para capturar un mayor número de rayos de luz y aumentar la capacidad de visión. Una vez atravesada la córnea, a través del iris y de la pupila, la luz llega al cristalino.
El cristalino es una pequeña lente biconvexa que modifica continuamente su curvatura en función de la distancia a la que se encuentren los objetos que observamos para así enfocarlos mejor.
Existe un pequeño músculo, el ciliar, que actúa sobre el cristalino, tensándolo hasta que este adquiere una forma más convexa, adaptada a la observación de los objetos cercanos, y relajándolo en una forma más plana para la visión de los objetos lejanos. El cristalino, por sí mismo, tendería a cobrar una forma esférica. Precisamente gracias a la acción del músculo ciliar, adopta una forma u otra en función de las necesidades.
Cómo se produce el proceso visual
Sigamos ahora el camino de la luz por el interior del ojo y veamos cómo se produce el proceso visual.
Las ondas luminosas alcanzan la córnea, a través de ella llegan hasta el iris, que absorbe los rayos periféricos y transporta los centrales a través de la pupila hasta el cristalino, desde donde se proyecta la imagen invertida hacia el fondo del globo ocular, sobre la retina.
Una vez aquí, y atravesando diversas capas de células de la fóvea y de la mácula lútea, se transforman en impulsos nerviosos que serán conducidos al cerebro a través del nervio óptico, situado en la parte más interna del globo ocular, desde donde serán conducidos al lóbulo de la vista a través de las sinapsis.
En su recorrido, los nervios ópticos se entrelazan, de manera que, por lo general, las imágenes recibidas por el ojo izquierdo alcanzan el hemisferio derecho y viceversa. Aun así, hay fibras que continúan en la misma dirección sin entrecruzarse.

El movimiento de los ojos
El ojo, como ya se ha dicho, recibe imágenes nítidas únicamente si inciden sobre la fóvea, por lo que debe moverse continuamente para abarcar todo el campo visual. En esta función le ayudan los músculos extrínsecos.
Hay cuatro músculos que conectan el ojo con la órbita ocular circundante y que permiten su movimiento en todas las direcciones. Están colocados cerca del ecuador del globo: uno en el interior, que lo conecta directamente con la cavidad orbitaria, otro en el exterior, otro más en el extremo superior y el último en el inferior y controlar así el movimiento en todas las direcciones .Hay además dos músculos oblicuos que son los responsables del movimiento en diagonal. En su conjunto, con la acción combinada de todos estos músculos, puede realizarse una rotación completa.

Resumiendo, en la figura 5 vemos:
— la membrana esclerótica externa, muy resistente (1);
— la membrana corioidea, que aporta sangre (2);
— la retina (3), con la mácula lútea (4) y la fóvea (5) detalladas.

En el otro lado:
— la córnea, transparente (6);
— el iris, que se contrae o se expande según la luz (7);
— la pupila (8);
— el cristalino (9), que se arquea o se aplana por la acción del músculo ciliar (10);
— el cuerpo vítreo y el humor acuoso, que llenan el globo ocular(11);
— el nervio óptico, que desde el globo ocular, y en concreto desde la retina, conduce los impulsos nerviosos hasta el cerebro(12);
— la conjuntiva (13) pegada al párpado, que recubre el globo ocular. Cuando se habla de conjuntivitis, nos referimos la irritación de esta membrana.
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