
Hipnosis y autohipnosis – Hypnosis and self-hypnosis
El siguiente texto es un extracto del libro Hipnosis y autohipnosis(ISBN: 9781683258551) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Valerio Sanfo, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.
Realidad Subjetiva

El hombre será talcuando comprenda su verdadera dimensión.
VALERIO SANFO
Afirmar que la realidad fenoménica es la verdadera realidad porque es verificable y que la realidad psíquica es subjetiva porque no está sujeta a revelaciones es, probablemente, una equivocación. Los fenómenos tienen valor porque todo ser vivo los percibe, lo que realmente cuenta es el sujeto que los percibe y no el fenómeno en sí. Real o no real son los dos extremos de una única manera de ser, y entre estos dos extremos existen numerosos grados intermedios de realidad. Una misma situación puede vivirse en distintas condiciones de realidad y en diversas circunstancias, ya sea debido al ambiente circundante, al estado de ánimo, a la presencia de ciertas personas, etc.
En determinadas situaciones de carácter excepcional, el límite entre lo real y lo no real es tan evanescente que no sabemos si estamos despiertos o soñando; y hasta tal punto eso es cierto que, en algunas ocasiones, creemos que todo ha sido un sueño y que lo que estamos viviendo es una pura alucinación.
Se trata de situaciones excepcionales, pero a fin de cuentas tampoco demasiado raras, y que suelen ser frecuentes en aquellos sujetos que padecen trastornos psíquicos. Realidad fenoménica y realidad psíquica parecen asumir la identidad de dos modos distintos de una relación recíproca. Hay una interioridad que sentimos principalmente en nuestra mente, y hay una realidad externa que tenemos enfrente, fuera de ella.
«El hombre encuentra las cosas y los seres animados en un mundo que incluye a estos últimos y a él mismo. Él está en ese mundo. Sabemos, por la fisiología, que todo este mundo de cosas y de seres existe para él sólo si determinados estímulos hacen mella en sus órganos sensoriales y si, desde ellos, determinadas excitaciones llegan a ciertas zonas de la corteza…De eso podría deducirse que inevitablemente el mundo debe, en verdad, hallarse en algún lugar dela mente del hombre; en ella debería encontrarse lo que el hombre ve y oye, lo que palpa y lo que siente»(Metzger, 1941).
En ese punto surge, espontánea, la pregunta: ¿el hombre está en el mundo externo o bien el mundo está en el interior del hombre? O bien, de un modo más personal: ¿es el mundo el que me contiene o soy yo quien contiene al mundo?

Si el mundo que percibo es el resultado de elaboraciones psíquicas, de informaciones electromagnéticas, bioquímicas y compresoras que yo utilizo como base para construir la realidad, cualquier cosa que yo percibo es completamente inventada y, por lo tanto, el mundo está en mí y yo soy el artífice. Sin embargo, es cierto también que estos datos fenomenológicos son muy útiles y que gracias a ellos yo puedo moverme y vivir en el mundo. Entonces, ¿por qué no aceptar la hipótesis de que existe una relación natural entre fenómenos, sean estos fisiológicos, perceptivos o psíquicos? Para poder comprender mejor esta posibilidad de percepción, leamos una vez más a Metzger: «El evento físico, la estimulación sensorial, la propagación de la excitación a lo largo delos focos nerviosos, el proceso cerebral no existen como tales en la percepción. El hombre y el objeto están uno frente al otro de forma inmediata: en una parte me encuentro yo, en la otra está el objeto, y yo interactúo con él, sin preocuparme y sin sentir la más mínima necesidad de órganos especiales de carácter mediador y de procesos fisiológicos» (ibídem). Los procesos fenomenológico, fisiológico y también psicológico resultan igualmente válidos y, lo más importante, sencillamente recíprocos.
En esta reciprocidad radica la importancia de la relación diádica: observador y observado, mundo para percibir y sujeto que percibe.
Si faltase uno de los dos ya no sería posible establecer una buena reciprocidad. Si una persona tiene dañada una parte del sistema nervioso sensorial, por ejemplo, la visión, ya no le será posible ver el mundo fenoménico, los objetos y la naturaleza, aunque la visión interior (sueños, alucinaciones, imágenes mnemónicas) continuarán, en cambio, manifestándose. Si, por el contrario, la persona tiene dañada el área estriada del cerebro, ya ni siquiera le será posible tener alucinaciones visuales. Así, si creamos la oscuridad completa, pese a tener el sistema sensorial sano, no le será posible percibir el ambiente fenoménico. Dichos ejemplos confirmarían la doble relación necesaria entre hombre y mundo; nos encontramos frente a dos partes iguales e íntimamente unidas que constituyen el inicio y el fin de un proceso. Por norma, entre las dos existe una estrecha correspondencia y sólo en determinadas situaciones, como en el caso de las figuras ambiguas, puede haber confusión, pero dicha confusión está realmente presente en el mundo fenoménico y se evidencia ambiguamente, no es fija y mutable, porque ya lo es desde el punto de vista fenoménico.
Es preciso, sin embargo, no considerar el resultado de la relación entre mundo externo-interno como una simple suma de datos, tales como: estructura atómica más, por ejemplo, ondas electromagnéticas, más reacciones bioelectroquímicas fisiológicas, más sensación psíquica. La percepción es, por el contrario, un resultado que supera la suma de las partes y se presenta sobre un plano «meta» no atribuible al análisis de un determinado componente; todo se halla en la misma línea de la psicología de la Gestalt, es decir, lo que cuenta es el resultado final y no la etapa del trayecto.
«Si los objetos de nuestro mundo fenoménico mantienen con los objetos que tienen realidad, en un primer significado, una relación igual a aquella que se produce entre la imagen y lo que ella representa, estos, desde el punto de vista fenoménico, no tienen el carácter de una imagen, sino que son vividos […] realidad pura y simple, independientemente del yo» (ibídem).
Hipnosis: El Método

el poder del fluido
magnético y el
magnetismo animal
Al profundizar en el estudio sobre los fenómenos de la naturaleza, me he persuadido de que nada en ella ha de considerarse increíble.
PLINIO
La hipnosis «clásica», aunque sería más correcto llamar «moderna», se basa en el concepto de supremacía del hipnotizador y ahonda en las propias raíces de la Antigüedad. Por hipnosis moderna se entiende la práctica del hipnotismo nacida y difundida en el periodo histórico dela Edad Moderna, que abarca desde 1492 a 1815. Fue a finales del siglo XIX cuando la hipnosis entró en la universidad, concretamente marcaron un hito las escuelas francesas de Nancy y de la Salpêtriere. Sin embargo, tuvimos que esperar hasta después de la Segunda Guerra Mundial para que se produjera una apertura completa de los ámbitos científicos a favor de la hipnosis: así nació, pues, la hipnosis contemporánea. A la hipnosis moderna se la llama también hipnosis impositiva o directa, y ello es debido a la aplicación de una serie de test iniciales. Después de la aplicación de estos test, y de su consiguiente verificación, se procede a los test siguientes calibrando los ejercicios que siguen.
La valoración está basada en el nivel de aceptación de la prueba propuesta y sólo su superación satisfactoria permite el acceso al siguiente test, que implicará un mayor compromiso con el estado de coparticipación. Los distintos test están basados en una escala de carácter jerárquico: a medida que se asciende más se profundiza en el estado hipnótico. Para poder pasar a la fase siguiente es necesario que el sujeto haya superado la precedente. El punto débil de dicha propuesta aplicativa radica en el hecho de que basta con que no se supere una fase para que se interrumpa el proceso hipnótico, no permitiendo de este modo alcanzar el siguiente nivel; cuando esto se produce al inicio de la prueba queda interrumpida la posibilidad de poder conducir al sujeto hasta el estado hipnótico. Sin embargo, cuando la interrupción se produce en las últimas fases, esta denotará que el sujeto ha alcanzado ya un cierto estado hipnótico, en el cual se podrán emplear determinadas aplicaciones, propias de ese nivel hipnótico concreto.
La hipnosis impositiva está basada en la instauración de un comportamiento confiado por parte del sujeto hacia su hipnotizador. La palabra clave es confianza, del hipnotizador hacia sí mismo, con el fin de estar a la altura de la tarea que debe desarrollar y del rol que deberá representar; confianza también del sujeto hacia su preceptor, con la total seguridad de que se pone en manos de una persona competente, seria y honesta que lo quiere ayudar a resolver sus problemas o sencillamente ofrecerle la oportunidad de una experiencia fuera de lo común.
Con el término hipnosis impositiva se pone de manifiesto el rol de mando por parte del hipnotizador y el de cierta obediencia por parte del sujeto. De hecho, estos roles corresponden a la verdad, y están basados en la confianza mutua y en la implicación de ambos. Durante la sesión, el hipnotizador asume un rol de carácter institucional que le permite aplicar unas reglas que convergen en el sujeto y que este acepta porque resulta determinante la posición social que, en ese momento, ocupa el hipnotizador.
Para comprender mejor esta relación podemos aludir a la que se instaura entre el maestro y el discípulo. Un buen maestro sabe imponerse, porque es el que prodiga aquel conocimiento útil e interesante del cual carece el alumno.
Cuando, sin embargo, es la auto hipnosis la que debe practicarse, se produce un desdoblamiento del comportamiento de los roles, es decir, la persona se aplica a sí misma los conocimientos adquiridos en la práctica de la hipnosis y, al mismo tiempo, se comporta como si los desconociese, aceptando las propuestas aplicadas que él mismo se suministra. En la auto hipnosis son auto inducidos monoideísmos sugestivos sobre los que el sujeto fija la atención.
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