
Cómo defender el jardín de parásitos y otras enfermedades – Los parásitos y las plagas animales – How to defend the garden from parasites and other diseases
El siguiente texto es un extracto del libro Cómo defender el jardín de parásitos y otras enfermedades(ISBN: 9781683256434). Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Magali Martija-Ochoa, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.
Descripción De Las Enfermedades Y De Las Plagas
La Especie Humana y Los Parásitos: Una Larga Historia

Del griego parásitos, «que come cerca o con»
(para, «al lado»; sitos, «que come, se alimenta»)
Desde que el ser humano descubrió la agricultura, estableció una estrecha relación con el mundo vegetal (para su propia supervivencia), pero también con aquel pequeño insecto que encontró sobre uno de sus cultivos y que, evidentemente, aplastó con sus dedos para deshacerse de él. Así comienza la historia del ser humano y el parásito.
Según el Antiguo Testamento, los parásitos y las enfermedades de las plantas representaban un castigo divino: «las plagas de las plantas han sido enviadas sobre la tierra para castigar a la humanidad pecadora». Desde muy antiguo se ha relacionado estrechamente el mundo de lo infinitamente pequeño con el mundo divino. Así, los romanos consagraron, durante más de setecientos años, un culto bastante bárbaro al dios Robigus, que se celebraba anualmente el 25 de abril, para proteger los cultivos de los ataques repetidos de roya: las ofrendas consistían en atar antorchas a la cola de zorros o perros que simbolizaban la rapidez de la roya y que eran sacrificados para apaciguar la cólera del dios.
Más tarde, se expandieron diversas interpretaciones, bastante fantasiosas, en la Edad Media, según las cuales las enfermedades vegetales provenían de una potencia cósmica.
En 1120, el obispo de Laon procedió a la excomunión de las cochinillas1.Hasta hace más de un siglo, se rezaba con devoción o se recurría a prácticas de brujería para hacer desaparecer los responsables de las plagas que llegaban a destruir cosechas enteras (el escarabajo de la patata, enemigo principal de esta hortaliza, provocó, en el siglo XIX, en Irlanda, una hambruna que causó la muerte a más de un millón de personas).
Si bien muchos autores no cesaron de escribir sobre la existencia de parásitos animales y vegetales, transcurrirá mucho tiempo hasta que se estudien estas plagas científicamente, contentándose, generalmente, con considerar los parásitos desde un punto de vista empírico.

En el siglo XVII, Joseph Pitton de Tournefort, botánico eminente, en su obra Observations sur les maladies des plantes («Observaciones sobre las enfermedades de las plantas»), dividió las enfermedades en dos grupos, uno según las causas externas (climáticas) y otro según las causas internas (circulación de la savia).
Sin embargo, hasta el siglo XVIII, básicamente gracias a la invención del microscopio, no se descubrirá la existencia de formas vivientes que se desarrollan a expensas de otros organismos.
Esta es la definición que da Jean-Jacques Rousseau de los parásitos en su Dictionnaire de botanique («Diccionario de botánica»): «Plantas que nacen, o crecen sobre otras plantas y se alimentan de sus sustancias».
Sin embargo, la verdadera revolución fue la iniciada por Louis Pasteur, quien, gracias a sus descubrimientos sobre la penicilina, modificó, por una parte, los conceptos médicos en lo que corresponde al ser humano, y por otra sirvió también a la fitofarmacia.
A finales del siglo XIX se comenzaron a utilizar el azufre (como ya lo preconizó Homero), la nicotina y el arsénico para combatir los parásitos. Con el empleo de estas sustancias podemos afirmar que se acababan de crear las nociones de insecticida y de fungicida.
Después de la segunda guerra mundial, se desarrolló una importante industria fitosanitaria, con claros objetivos financieros, que puso a la disposición de los agricultores gamas infinitas de productos.
A pesar de ello, hemos de tener en cuenta que cuidar un jardín es aprender a conocerlo y tener presente en todo momento que es la síntesis ecológica de miles de seres vivos. El ser humano, al hacerse agricultor, provoca un desequilibrio entre las plantas y sus parásitos naturales:
— por una parte, concentrando unas mismas especies sobre una superficie más o menos extensa;
— por otra, desplazando las especies vegetales de sus lugares de origen;
— finalmente, seleccionando las plantas sin incrementar su resistencia a un medio determinado.
Al principio del tercer milenio, la naturaleza, constantemente modificada por el hombre, ha sufrido transformaciones radicales:
— la flora se ha empobrecido;
— algunas plagas, totalmente erradicadas por los productos químicos, ceden su lugar a otros parásitos todavía más peligrosos;
— algunas especies desarrollan resistencias;
— algunos organismos beneficiosos han sido diezmados.
De este modo, para respetar el equilibrio vegetal y animal en la Tierra, el jardinero debe cuidar de su jardín sabiendo que existen soluciones que, en un plazo más largo o más corto, son nefastas para el medio ambiente, y otras, llamadas biológicas, que son menos nocivas.
Por esto nos esforzaremos en dar el mayor número posible de consejos sobre prevención y optaremos, en lo posible, por la lucha biológica antes que por la lucha química.

¿QUÉ ES UN PARÁSITO?
Cómo defender el jardín de parásitos y otras enfermedades
Consideraremos parásito a todo virus, hongo o insecto que se desarrolle a expensas de un vegetal, sin extraer tejido, tomando una parte del material del organismo para asegurar su desarrollo y la supervivencia de su especie. A través de un proceso de estimulación local, el parásito libera sustancias tóxicas que perjudican el crecimiento de la planta.
Un organismo fitófago (de phyto, «planta», y phage, «comer») es aquel que se nutre de la planta, extrayendo parte del tejido vegetal para asegurar su supervivencia.
Por ejemplo, el pulgón es un parásito, y el caracol, un devastador fitófago.
Clasificaremos las enfermedades provocadas por parásitos según su origen:
— enfermedades bacterianas;
— enfermedades víricas;
— enfermedades criptogámicas (causadas por hongos).
Los parásitos y los animales fitófagos, que se agrupan generalmente bajo la denominación de «plagas», corresponden a dos categorías:
— invertebrados (moluscos, insectos…);
— vertebrados (aves, mamíferos…).
Agrupamos bajo el término «parásitos no específicos» a todos aquellos parásitos y fitófagos susceptibles de atacar a distintas especies vegetales. Los «parásitos específicos» son, por el contrario, parásitos o fitófagos que ocasionan daños a una sola especie vegetal. El límite entre estas dos acepciones es difícil de establecer: a pesar de ser específico, un parásito también puede atacar a plantas de la misma familia. Por ejemplo, la mosca del puerro también puede atacar al ajo, el cebollino o a la cebolla.

Las bacterias
Descripción
Descubiertas en 1675 por Van Leeuwenhoek, las bacterias son, probablemente, los primeros organismos que aparecieron sobre la Tierra y los únicos que no han experimentado una evolución radical. Las bacterias forman parte del reino de los procariotas. Están formadas por una sola célula, y su forma, por lo que respecta a las bacterias fitopatógenas, recuerda a un bastoncillo: son los llamados bacilos. Además, las bacterias no tienen un núcleo diferenciado del citoplasma. El tamaño de una bacteria es de aproximadamente 1 micra (μ), es decir, 10-6 metros. La cápsula de la célula se halla formada por una pared rígida.
Las bacterias se desarrollan dentro de las células de las plantas. Pueden no ser específicas, como por ejemplo el tumor o agalla del cuello o crown gall provocado por el Agrobacterium tumefaciens, que puede atacar a más de setenta especies, o las podredumbres bacterianas de los tubérculos, bulbos o rizomas que producen daños a los iris, a los aros, a las orquídeas. Otras, por el contrario, son completamente específicas.
Los factores de propagación
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La dispersión de las bacterias fitopatógenas se efectúa por medio de la especie humana que puede utilizar, sin saberlo, semillas o esquejes previamente infectados. Conviene, pues, utilizar solamente semillas y material vegetal certificado.
El viento y el agua de lluvia también son factores que favorecen su desarrollo.
Las bacterias se introducen en la planta o en el árbol por las aberturas naturales del vegetal, por las heridas, naturales o artificiales (cicatrices foliares, heridas resultantes de labores de cultivo), o después de accidentes meteorológicos o climáticos (granizo, helada). Estas bacterias resisten hasta el cero absoluto (–273°C); sin embargo, son muy poco resistentes a las temperaturas altas, por lo que los profesionales no dudan en utilizar la técnica de la pasteurización. Las condiciones favorables para su desarrollo son el calor y la humedad en el suelo.
Los abonos minerales incrementan su capacidad de desarrollo, contrariamente a los abonos cálcicos. Conviene destacar que la interacción entre las bacterias y los animales es muy importante: en la mayoría de los casos son los insectos como los trips, las moscas blancas, las abejas, los coleópteros o las moscas los que hacen de transmisores de las enfermedades y las llevan de una planta a otra.
Se calcula que son aproximadamente unas doscientas cincuenta especies de bacterias las que pueden provocar daños en las plantas. Provocan necrosis, marchitamientos, podredumbres blandas, tumores o malformaciones.

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