Cultura, espiritualismo y creencias

Las grandes religiones de Asia – Asia en el espacio y en el tiempo – The great religions of Asia

El siguiente texto es un extracto del libro Las grandes religiones de Asia(ISBN: 9781683255567). Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Lionel Dumarcet, publicado por de Vecchi /DVE ediciones.

Asia en el espacio y en el tiempo

La primera palabra que nos viene a la mente cuando pensamos en Asia y en religión es, sin duda, budismo. Esta asociación, que no es incorrecta aunque sí parcial, irá ilustrada en la mayor parte de los casos por alguna de aquellas representaciones con sonrisas delicadas y expresión distante que desde hace mucho tiempo han dado la vuelta al mundo. También surgen referencias a la misteriosa China o al lejano Japón. 

Sin embargo, estas imágenes de Épinal encajan bastante mal con una definición científica del mundo asiático. 

Según algunos autores, desde el punto de vista geográfico este gigantesco continente se extiende desde el cabo Baba en Asia Menor, hasta el cabo de Dejnev en Siberia. Limita por el norte con el océano Ártico, por el este con el océano Pacífico y por el sur con el océano Índico. El límite oeste es más indefinido, en la medida en que Europa es «una península asiática». 

En este vasto bloque, los especialistas distinguen Asia sudoccidental, Asia septentrional, Asia meridional y Extremo Oriente. La primera abarca Anatolia, Irán, Irak, Siria, Afganistán y la península arábiga. La segunda corresponde aproximadamente al territorio de la antigua URSS. La tercera incluye el subcontinente indio y el sudeste asiático. Por último, la cuarta está constituida por China y Japón. 

La geografía humana aparece todavía más compleja con sus variedades antropológicas y lingüísticas.

Abordar toda esta extensión desde el punto de vista religioso implicaría tratar casi todas las religiones del planeta, y ello no es posible por cuestiones de límites editoriales y de competencia científica.

 La geopolítica, por ejemplo, ha borrado de este inventario Arabia, el Próximo Oriente, el Oriente Medio, mientras que la geografía humana ha suprimido el mundo ruso. 

Para tratar la historia de las religiones nos atendremos a las religiones soteriológicas que han tenido su cuna en Asia, lo cual excluye al cristianismo de la zona eslava y el islam de numerosas regiones. Por lo que respecta al animismo, que se ha excluido también de este conjunto, hemos considerado —quizás erróneamente—que la enorme cantidad de variantes que propone este tipo de creencia, por un lado, y la pobreza estructural, por el otro, justificaban de facto su supresión de una obra como esta. Y, al contrario, la presencia del nestorianismo puede ser discutible. El corto periodo a lo largo del cual esta forma religiosa pudo expresarse en su región de origen y la difusión que ha podido tener6 en el espacio asiático han motivado esta decisión.

Desde La Conquista del Fuego Hasta los Primeros Ritos funerarios

Si el mundo de los primeros hombres es difícil de valorar en el aspecto técnico, todavía lo es más en el ámbito intelectual. Las creencias y los ritos sin duda formaban parte de una vida diaria bastante precaria. Sin embargo, esta «religiosidad» es prácticamente imposible de apreciar. Se puede suponer que durante varios cientos de miles de años los cazadores-recolectores que recorrieron el mundo desarrollaron los embriones de sistemas religiosos que no llegaremos a conocer nunca. Uno de los elementos clave de la evolución de los homínidos —aparte de la posición erguida y la fabricación de herramientas— fue su capacidad de dominar el fuego. En Asia, entre los más antiguos testimonios de esta evolución técnica destaca el yacimiento chino de Zhoukoudian, situado a unos cuarenta kilómetros al sur de Pequín, cuya antigüedad se calcula en medio millón de años, y que está asociado con el Sinanthropus pekinensis.

Este hombre de Pequín o sinántropo estuvo precedido, en el territorio chino, por el Sinanthropus lantianensis, descubierto en 1963 en la región de Lantian, en Shaanxi (entre 700.000 y 1 millón de años a. de C.), y por el Homo erectus yuanmounensis, originario de Yunnan. Con respecto a este último, los arqueólogos chinos han datado entre 6 y 1 millones de años a. de C. los dos fósiles de mujer hallados. China no es el único lugar en el que hay vestigios de antiguos homínidos asiáticos, porque también está el «hombre de Phou Loi», en Laos, que es parecido al sinántropo. También tenemos el Patjitaniano de Java, el Anyathiano de Birmania y el Soaniano de India, todos ellos más o menos coetáneos.

En Asia, como en todas partes, la domesticación del elemento ígneo y el tallado dela piedra —necesario para la fabricación de armas— tuvieron ciertamente implicaciones en la creación de valores míticos y religiosos. El arma de caza se habría asociado a ciertas creencias arcaicas. Algunos autores creen que surgieron divinidades del tipo «Ser Supremo-Señor de los Animales, que protege a la vez la caza y los cazadores», creencias que tradicionalmente se encuentran en los pueblos cazadores. El elemento más espectacular de la vida de los primeros chinos reside en los «descubrimientos macabros» asociados a su tipo de vida y que han tenido diferentes interpretaciones.

Algunos autores han planteado la hipótesis de que los cráneos y las mandíbulas inferiores descubiertos, datados entre 400.000 y 300.000 años a. de C., demuestran que ya se conservaban los restos de los familiares muertos. Según otros, nos encontraríamos en presencia de una antropofagia ritual, con consumo de la médula y del cerebro de las personas sacrificadas. Las dos teorías no son incompatibles y conocerán evoluciones importantes con el tiempo. El culto moderno a los antepasados, del que es heredero lejano, sigue siendo hoy en día el sistema de pensamiento religioso más tradicional de los chinos, si bien estos últimos han perdido la costumbre de conservar las osamentas de sus muertos. Granet recuerda que en las dinastías agnaticias el endocanibalismo «es un deber muy simple de la piedad doméstica», ya que hace posible la continuidad de las líneas reales, permitiendo «que una familia conserve su integridad sustancial. La prueba del canibalismo» se percibe «como una especie de rito preliminar de la entronización».

Simbolismo de la muerte

Con el descubrimiento de las primeras sepulturas del Paleolítico medio (80000 a35000 a. de C.), el universo religioso se enriquece con un material cada vez más variado, susceptible de aclarar un poco más cuáles eran las creencias de los hombres de Neandertal y de Cromañón. La importancia de la inhumación es un ejemplo muy revelador.

La costumbre de enterrar a los muertos quizá va ligada con la creencia de una vida post mórtem, simbolizada por la utilización de pigmentos minerales como la hematites. Este «sustituto ritual de la sangre» sería el símbolo de la continuidad de una vida después de la muerte.

Esta costumbre de espolvorear los cadáveres de ocre rojo ocupa un lugar muy importante, tanto en el espacio como en el tiempo. Así, sólo en el continente asiático, se encuentra en Zhoukoudian, junto con perlas de colores y pendientes elaborados con dientes y conchas, en el Paleolítico superior o reciente (35000-10000 a. de C.).

Mucho más tarde, todavía es posible asociar esta costumbre con las primeras tumbas indoeuropeas del sur de los Urales («cultura de las tumbas en foso» o «Kurganes I»), al principio del V milenio a. de C. «El hecho de pintar los muertos con ocre rojo» estaría muy próximo, según Sergent, «al uso del tinte rojo en varios ritos hindúes (nacimiento, matrimonio, etc.)».

Esta tradición también está presente hacia el 4000 a. de C., en los yacimientos de Dong-Khoi y de Dabut, en el norte de Vietnam, en donde «un color ocre recubre a veces los huesos y los objetos».

También se observa en Tailandia, entre el 2000 y el 1500 a. de C., en las sepulturas de Khok Phanom Di, situadas en el delta del río Menam, en donde «los muertos son revestidos de ocre y enterrados tendidos sobre el dorso, con la cabeza hacia el este y los pies hacia el oeste».

Indudablemente, el hecho de excavar una tumba demuestra la existencia de un conjunto de creencias características referentes al después de la muerte. Morada sagrada y receptáculo del «alma», la tumba protege de alguna manera el cadáver. Hay quien considera que habría sido una forma de protegerse, por parte de los vivos, del posible retorno del desaparecido.

Se ha debatido mucho sobre la posición que se da a este último. La mayor parte de las veces se ha hallado replegado sobre sí mismo, y en algunos casos atado. Esta posición fetal adoptada tan a menudo para instalar al muerto sería el reflejo de la creencia en un renacimiento posterior.

Uno de los primeros ejemplos asiáticos que ilustran este tipo de costumbre funeraria fue descubierto en la gruta de Techik Tach, en Asia central. Situado en las proximidades de Samarkanda, en el actual Uzbekistán, este yacimiento nos ha descubierto la tumba de un adolescente neandertal cuyo cuerpo estaba rodeado de cráneos de cabras.

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