Deporte y salud

La lactancia – Breastfeeding

El siguiente texto es un extracto del libro La lactancia(ISBN: 9781683258858) Conocerlo, entenderlo, interpretarlo y ayudarlo, escrito por Dra. Marie Thirion , publicado por de Vecchi /DVE ediciones.

Por favor, dibújeme un pecho…

Ha llegado el momento de darnos cuenta de que no debemos perpetuar
los miedos y las reglas de nuestros antepasados.
Ha llegado el momento de que cada individuo se deje llevar totalmente,
en la plenitud de la vida, como la siente.

C. Milinaire, Naissance,

Albin Michel, 1977

¿Qué hay en el interior de un pecho?

¿Qué contiene?

¿Qué tejido lo llena?

¿De qué está hecho?

¿Cuándo funciona?

¿Cómo se podría dibujar?

Podría usted plantearse e intentar responder todas estas preguntas, aparentemente fáciles, con un lápiz y un papel. Es fácil prever las respuestas, porque la falta de información es notable y los estereotipos son siempre los mismos. Todo el mundo sabe que es una «glándula», pero ¿qué se esconde detrás de esta palabra?

En un bonito envoltorio que se suele dibujar con forma triangular, demasiado triangular y puntiagudo para ser real, se oculta sobre todo nuestra «fantasía» y se describe poco la función normal del cuerpo. Para intentar desmitificar todo esto, vamos a esbozar las ideas falsas que circulan por nuestra cabeza y también por la de algunos profesionales de la salud que no han puesto al día sus conocimientos. No somos conscientes, pero impregnan nuestra forma de pensar y, por lo tanto, nuestra conducta, y contribuyen ampliamente a los fracasos o las dificultades de la lactancia.

Fantasmas muy alejados De la realidad

Primera idea falsa: la bolsa

Este extraño objeto sólo es un recipiente, unas alforjas, un biberón impreciso y mal graduado, que se vacía o se llena según el tiempo y el humor, en función de lo que coma la madre. Después de una tetada, hay que dar tiempo a las alforjas para que se llenen…

Demasiado o no suficientemente lleno

Entonces la leche «sube», pero la «primera» subida de leche es una sensación terrible que puede dar fiebre. La bolsa puede estar vacía, o demasiado llena, pero nunca «justo como se necesita». En el interior, la leche puede estancarse e infectarse. Cuanto más tenso esté el pecho, más leche hay. La prueba es que antes de la tetada está turgente, mientras que después se vuelve blando.

El dibujo ilustra bien esta falsa imagen tan fuertemente extendida: el bebé toma alimento de un recipiente medio vacío, traga aire y después se encontrará molesto por el flato. Sin embargo, este pecho demasiado abombado, redondo, tranquilizador, tiene la magnífica forma de un pecho… gravemente hinchado. En cuanto al volumen, la graduación no nos dice nada, pero es evidente que se cree que la madre deberá calcular y que el bebé sólo se sentirá satisfecho cuando tenga el estómago lleno…

Desconfiemos de estas visiones simplistas. La vida no está hecha de material de laboratorio. Quién podía haber pensado que la lactancia sería más sencilla si los pechos y el estómago fueran de cristal… ¡y estuvieran graduados!

Con una tetina poco adecuada

Continuemos con nuestras visiones míticas. Para ser funcional, esta bolsa tendría que tener una tetina correcta, larga, ni demasiado plana, ni demasiado redonda, ni demasiado cuadrada, ni muy ancha, ni muy estrecha y, por supuesto, esterilizable: es lo menos que se puede pedir. El modelo elegido como ideal, todo el mundo lo conoce, son estas maravillosas tetinas de caucho o silicona que se pueden adquirir por unos euros en cualquier farmacia o en el supermercado y que entran muy bien en la boca de nuestros bebés.

Cuando una mujer se quita el sujetador y se mira los pechos, el horror es inmediato: no es eso en absoluto ni plano ni blando ni corto. El entorno no le hará ningún comentario agradable: no tiene «pezones» o tiene «pezones mal formados» o los pechos «umbilicados», y no digo más. ¿Acaso ha tenido ocasión de observar sus pezones cuando están en erección, más duros y más largos? Esto suele ocurrir en un baño frío o demasiado caliente, con ciertas emociones y, por supuesto, durante el goce amoroso. Pero, ¿quién lo sabe?, ¿quién lo tiene en cuenta…? La mutilación mental parece extremadamente violenta.

Existen protectores de pezones de silicona, que se venden en todas las farmacias y se supone que sirven como prótesis de pecho a estas pobres mujeres malformadas. Todo el mundo los llama con total impunidad «pezones», lo cual hace creer que en el lugar donde se aplican no hay «nada» y es necesario arreglar esta discapacidad.

¿Qué pasaría por la cabeza de nuestros adolescentes si los preservativos se llamaran, en lenguaje corriente, verga o pene?

Incluso existen —la imaginación humana no tiene límites— aparatos de «ortopedia del pezón», que se venden en todas las farmacias con el nombre de Niplette. Se trata de un pequeño capuchón de plástico, del tamaño de un dedal, en el que se puede hacer el vacío (por lo tanto, un «chupador») con una jeringa. El fabricante explica que las mujeres que lleven estas «bombas» sobre sus pezones durante los tres últimos meses del embarazo tendrán unos superpezones largos y activos. Se confunde una forma pasajera pasiva con una función… y es aberrante. Si fuera suficiente con hacer el vacío durante unas semanas alrededor de un órgano eréctil para que tuviera una forma deslumbrante, ¿no se sabría ya? Quizás ha llegado el momento de recordar que las tetinas de las farmacias datan sólo de principios del siglo xx, que siguieron a las primeras importaciones de caucho (para la fabricación de neumáticos de coche…) y que fueron inventadas por los veterinarios para animales pequeños, según el modelo de las ubres de vaca o de cabra. Los médicos no hicieron más que imitar a sus colegas dedicados a los animales; así es como se crea un modelo.

En ciertas zonas, todavía persiste el mito de que el pezón, esta tetina mal hecha, debe «agujerearse» antes de la primera tetada. Este curioso oscu­rantismo produce una angustia difusa en las mujeres jóvenes que deberán someterse a ello. No estamos lejos de la fantasía de «otra virginidad» que hay que desflorar de grado o por fuerza y, por supuesto, dolorosamente. ¡Menudo enredo!

Segunda idea falsa: la fuente

El pecho es un caudal de la naturaleza, un torrente que fluye «solo» y que no se puede controlar.

Si esta fuente está «viva», el bebé podrá beber lo que se le ofrece pasivamente hasta saciarse. Pero ¿cómo saberlo? Las preguntas que surgen vagamente son innumerables. ¿De dónde viene? ¿No habrá sequía? ¿Cómo medir el flujo? ¿Cómo calibrar la cantidad de flujo? ¿Brotará todavía mañana o dentro de dos horas? ¡Como mi madre no tenía, quizá yo tampoco! ¿Lo que sale es puro o ha sido «contaminado» por nuestro mundo moderno? ¿Esta «agua de madre» (como he oído llamar a la leche de mujer) puede ser realmente nutritiva?

Además, como todo el mundo sabe, ¡las fuentes son misteriosas y caprichosas, igual que las mujeres! Es mejor no contar con ellas. Si escuchamos las palabras populares, se oye decir: las aguas pueden inundar, agotarse, desbordar, atascarse, secarse, desaparecer, resurgir… La leche también.

En todas las regiones donde el calor es intenso, existe la costumbre de excavar un pozo cerca de la casa en lugar de confiar en una fuente. En cuanto a las mujeres, es imposible confiar en ellas, hay que «completarlas» con nuestros bonitos biberones… Los profesionales de la salud se dedican a ello desde las primeras horas después del nacimiento. ¡Los dioses familiares de las fuentes y los manantiales están bien muertos!

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